Impresión tras una brevísima salida de turismo interior: la recuperación irá despacio, y no dependerá solo, o no tanto, del relajamiento de las medidas como del restablecimiento de la confianza de la gente, conforme vaya percibiendo la reducción del riesgo real. Hay ganas de salir, pero hay miedo a salir, por lo que no será a chorro, sino un goteo (el actual) que dará lugar a un hilillo de agua, que irá engordando si los datos de la pandemia pintan bien. Esta sería una percepción optimista de la situación: querría decir que al fin gran parte de los ciudadanos autogestionan las medidas con arreglo a pautas racionales propias. Lo peor que ahora nos podría pasar –a todos, pero en especial a la economía del turismo– es que una liberalización precipitada de las medidas obligara en pleno verano a una parada y marcha atrás. Por favor, dejen en paz las mascarillas donde están, o sea, puestas.