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¿Es oso todo lo que reluce?

La importancia del plantígrado en la economía de numerosos concejos asturianos

Es desalentador. Como cada vez que un oso plantea un inconveniente surgen las voces que claman porque tras haber mimado al oso tanto tiempo, ahora la situación se nos ha ido de las manos y la fiera se revuelve contra los desamparados que lo sufren. No es que no se haya reflexionado sobre el problema, es que casi nadie se interesó por las reflexiones, de modo que para animar a los escépticos resumo aquí algunos detalles reseñados en un libro de reciente aparición y de acceso gratuito.

No existe ningún enfrentamiento entre el mundo rural y los ecologistas, ni entre los profesionales de la fesoria y los del sillón. Una reciente encuesta realizada sobre 797 personas que habitan en 26 municipios cantábricos con presencia de oso, al preguntarles si les gustaba este animal, casi el 75% contestó que mucho o muchísimo y más del 85% declararon que el oso era compatible con la vida rural. No estamos hablando de los turistas y visitantes de fin de semana que allí dejan su dinero mejorando la economía local, sino de los que allí viven y allí pasan el invierno, muchos en provincias donde ha habido cuatro o cinco ataques de oso en los últimos 20 años.

Esto es así porque la población local sabe que buena parte de su economía depende del oso. En un muestreo entre casi 200 negocios de todo tipo de estos municipios el 40% de sus titulares percibía que su facturación y clientela dependen, en algún grado, de la presencia del oso pardo. El estudio ha estimado que el 14% de su facturación total era debida al oso, de manera que los ingresos que de él dependían ascendían a 20 millones de euros en los 26 municipios oseros cantábricos, contribuyendo a crear o sostener de forma directa 350 empleos equivalentes a tiempo completo, mayoritariamente residentes en la misma localidad del negocio. No es que creamos que el oso y el paisano son compatibles: es que los sabemos. Las creencias son subjetivas, los hechos no. El oso es uno de los principales motores de la economía rural real, si descontamos subsidios, subvenciones y ayudas de las administraciones a estas zonas deprimidas. Esto quiere decir que sin el oso, muchos de los que ahora conviven con él, hace tiempo que se habrían ido a buscar su sustento a las ciudades.

No es posible hacer una tortilla sin romper los huevos ni es posible dedicarse a ninguna actividad laboral sin correr ningún tipo de riesgo. Es perfectamente comprensible el cabreo y el temor de los habitantes de Cibea y lamentamos que haya sucedido un caso tan desgraciado, deseando una pronta recuperación a doña Carmen, que echó los dientes con el oso de vecino, ahora literalmente. Soy menos indulgente con los que, también desde la ciudad y también desde un sillón maldicen la oscuridad en vez de encender una cerilla.

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