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Luis M Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

Lo inaceptable

La vida consiste en tener que esperar lo inesperado y, si se trata del Gobierno, en aceptar lo inaceptable. Lo inesperado se produce en ocasiones por los dados de la propia existencia que van desde un catarro al amor, la amistad, o a la muerte que le pilla a uno por sorpresa. Forma parte de eso que llaman suerte y que, según Adenauer, es una flecha lanzada que hace blanco en quien menos se lo imagina.

También está lo inesperado fruto de la imprevisión más absoluta. Mientras la pandemia iba enterrando almas y dejando esperanzas por el camino, el caos en su gestión no hizo más que empeorar las cosas. Con ella nos acostumbramos a creer en que todo lo malo que nos podía pasar iba realmente a suceder. Resignados, nos decíamos unos a otros nadie tiene la solución, tengamos fe en la deserción del virus y, más adelante, en las vacunas.

El Gobierno, mientras tanto, no solo este, también algunos otros, seguía fallando estrepitosamente en la comunicación, en la previsión, cayendo en las más absolutas contradicciones y contraindicaciones. Durante un estado de alarma que duró más de la cuenta ni se ocupó de promover otras leyes para hacer llevaderas las restricciones de la libertad o como alternativa para cuando concluyesen los toques de queda y los españoles pudieran recuperar la respiración sin arriesgarse a nuevos contagios masivos. En cambio, derivó su responsabilidad a las autonomías para no mancharse las manos, después hizo un amago de volver a tomar las riendas con las vacunaciones y, ahora, como si se tratara de un nuevo pistoletazo de salida, da vía libre a las distintas comunidades para que permitan el ocio nocturno hasta la hora que crean conveniente, en un nuevo acto de renuncia a ejercer sus responsabilidades. Un ejemplo más, ¿si lo razonable era vacunar a los integrantes de la selección nacional de fútbol por qué no se hizo a su debido tiempo? Así, seguimos aceptando lo inaceptable.

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