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Cómo se te queda la sangre al leer a Carrère

El escritor se recrea en sí mismo, se ama, se odia, nos aterra y nos atrae

“Al leer ‘El adversario’ de Carrère la sangre se me hizo horchata”. No sé cuántas veces habré dicho esta frase. Muchísimas. Incontables. Cada vez que recomiendo el libro. No encuentro una definición mejor, porque así me quedé por dentro: con la sangre helada, espesa, como si le costara fluir en mi interior. Carrère nos contaba en este libro la historia real de Jean-Claude Romand, un hombre que fingió durante años una mentira y, cuando estaban a punto de descubrirle, decidió matar a su mujer, a sus hijos, a sus padres y a su perro. La historia es escalofriante de por sí. Pero “El adversario” es algo más: Carrère nos sumerge en un viaje increíble al horror y la locura. El mismo viaje que nos propone en “Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos”, la biografía que escribió de Philip K. Dick (uno de los autores de ciencia ficción más famosos del mundo, quien sufría esquizofrenia), y en “Limónov”, la novela biografiada sobre este poeta ruso, estrafalario, desmesurado y asombroso. Jean-Claude Romand, Philip K. Dick y Eduard Limónov, tres personajes retorcidísimos (cada uno a su manera) que son reales aunque parezcan ficticios. ¿Pero qué ocurre cuando Carrère escribe sobre sí mismo (aunque cabría preguntarse si alguna vez, realmente, habla de otros)? Pues se va a un manicomio ruso en busca de sus dos temas favoritos (la locura y el horror), para acabar indagando en el pasado de su propia madre y de su abuelo perdido, y descubrir que la locura y el horror no sólo residen también en su familia, sino en la relación amorosa que en esos mismos momentos está viviendo. Y esto es “Una novela rusa”. Como pensaba que ya nada podría impresionarme más, cogí de la estantería, como si nada, insensatamente, “De vidas ajenas”, en la que cuenta la historia de su cuñada de entonces, una joven jueza que enferma de cáncer. A estas alturas de mi vida ya debería saber que a Carrère nunca se le coge al tuntún; qué incauta fui. El libro me destrozó, porque eso es lo que hace Carrère conmigo: destrozarme. Por eso es un escritor que amo. Porque Carrère bucea siempre a lo más oscuro del ser humano, a lo más recóndito, de una forma hipnótica, impredecible, escalofriante. Se recrea en sí mismo, se ama, se odia, nos aterra, nos atrae, nos daría miedo pasar una noche con él en la misma habitación, saltaríamos de alegría por poder estrecharle la mano con la que escribe y escucharle hablar, se desnuda, nos desnuda, se desuella, nos descarna. Así que, poco a poco, según avanzaba en sus libros, fui cambiando mi famosa frase. Ahora digo: “Se me hace la sangre horchata al leer a Carrère”. ¿A ustedes no?

Cómo se te queda la sangre al leer a Carrère

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