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Feliciano Ordóñez

Ha llegado la EBAU

Las dificultades de los jóvenes estudiantes en un momento de gran importancia para sus vidas

Ilustración de Carla G. Ríos

Este acrónimo de Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad crea cada año en nuestros jóvenes una mezcla de incertidumbre, ansiedad y frustración. Es cierto que el tener 17 comunidades autónomas más Ceuta y Melilla genera no pocas controversias. Es difícil mantener el equilibrio entre la gestión de cada territorio con la posibilidad de movilidad entre comunidades para iniciar la ansiada carrera.

Cada comunidad tiene la potestad para decidir los criterios de acceso a la prueba y los contenidos de la misma, pero ello conlleva la comparación y, sobre todo, las desigualdades. Nada que decir si estas se quedaran dentro de cada territorio, es decir, competir en igualdad de oportunidades no es problemático. Pero, ¿qué ocurre cuando esas desigualdades propician ventajas o desventajas en cuanto cruzamos los diferentes territorios? Y eso es lo que ocurre año tras año. Nuestros jóvenes se ven en el problema de competir en esta desigualdad.

Eso es lo que opinan y piensan en estos días miles de jóvenes, que ven como por las redes sociales aparecen preguntas, pruebas y noticias sobre lo que ha ocurrido en las zonas en que se han desarrollado ya las pruebas de acceso. Vuelvo a decir que es un problema complejo. Tratar de poner de acuerdo a tantas partes es difícil.

Pensemos en ellos, nuestros jóvenes, nuestro futuro. Han estado este curso lidiando con una pandemia que ha perpetrado cientos de diferentes formas de afrontar la educación, unos presencial, otros online y algunos parte y parte. Sumemos a esto la infinidad de temarios diferentes en cada asignatura, añadan la cantidad de exámenes y preguntas diferentes en forma, contenido, dificultad, y como añadido final las notas de corte. Estamos ante un combinado explosivo. Ya no solo tenemos que elegir unos estudios, sino que tenemos que elegir en función de una nota de corte que varía de comunidad en comunidad, y este es el gran problema, no que en una comunidad hagan una u otra cosa ya que si todos son de esa comunidad no hay diferencia. Piensen, por ejemplo, en un joven brillante en una comunidad pero que tenga que desplazarse a otra. Es posible que ya no sea tan brillante. Es posible que los criterios de evaluación e incluso el temario o las condiciones para poder encarar la prueba hagan de ello una desventaja y finalmente tenga de que desistir de su sueño y cursar unos estudios diferentes. Démosle la vuelta, y el joven brillante en su comunidad para con los estudios deseados pero en esta globalidad se ve ya no tan brillante al aparecer jóvenes de otras comunidades, con otros baremos pero con mejores resultados. ¿Cuál de ellos pierde o gana? Y eso, si está en su condición social el poder desplazarse, si hay posibilidades, si sus estudios se dan en su comunidad, si la movilidad es deseada y elegida o es obligada, si sus condiciones personales lo permiten.

Estas son las cosas a las que se enfrentan estos días nuestros jóvenes, pero que les podemos decir. La sociedad no ha sido capaz de entender que todo ha cambiado, existe la globalidad no la unilateralidad. Por ello, lo justo es encarar el problema desde la globalidad, valorar el talento sin importar de donde venga y facilitar los medios para que ese talento no se pierda, recuperar los valores del esfuerzo, el conocimiento y poner los medios necesarios para no romper los sueños, que los jóvenes puedan desarrollar la formación deseada en el lugar deseado, darles apoyo, estructuras y sobre todo medios para hacer posible esta necesidad.

Tenemos la obligación como sociedad de premiar el esfuerzo y el trabajo y no perdernos en demagogias que mantienen la cultura de la pasividad y dejadez.

Por todo esto, si hoy ves a estos jóvenes nerviosos y vacilantes por su futuro dales fuerza, valor, calor y ofréceles tu mano para que no pierdan esos sueños y sean la mejor versión de si mismos, ya que se lo merecen. Así que… ¡Ánimo muchachos!

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