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La supervivencia del salmón, en grave riesgo

Medidas para atajar el declive de los ríos

El pasado 26 de mayo se publicaba en LA NUEVA ESPAÑA un argumentado artículo de Pedro Brufao Curiel sobre “La Ley del Salmón”, que deja muy claro hacia dónde debe girar la gestión del preciado pez. Al hilo de ese artículo se me ocurren otras apreciaciones que intentaré exponer:

El ya mundialmente conocido eslogan de “Asturias Paraíso Natural” empieza a perder potencia publicitaria cuando uno ve y analiza el estado de nuestros ríos.

Voces muy autorizadas y conocedoras de la problemática de nuestras cuencas no se cansan de repetir que, si los cauces de los ríos y sus aguas no consiguen un mejor grado de limpieza y pureza, cualquier forma de vida que tenga que desarrollarse dependiendo de esos parámetros será muy difícil de mantener en el tiempo. A día de hoy, si uno se da un paseo o recorre las cuencas del Nalón o del Narcea, por poner dos ejemplos, puede comprobar que, aunque la apariencia no es mala, cuesta avistar alguna trucha autóctona porque no se dejan ver ni a la hora del sereno, lo que evidencia su escasez. Sí puede verse, en cambio, mucha basura, como neumáticos de vehículos, plásticos, sacos, envases de todo tipo, alambres, cuerdas, etc. a lo que habría que añadir lo mucho que arrastran las riadas o lo que está enterrado en los pedregales. Eso sumado a los vertidos incontrolados, arroja un bagaje imposible de asumir y depurar por el propio río, sin perjudicar seriamente su hábitat.

Las leyes cada vez protegen más los recursos naturales, pero no se aplican con el rigor y la necesidad que se exige para que, en el caso de los ríos, se pueda llegar a vislumbrar un horizonte que permita dotar a las aguas fluviales de la frescura que asegure legar a las futuras generaciones unos ríos “vivos” y con la rica y abundante fauna que siempre distinguió el contenido de sus aguas.

Pescador desde hace más de cincuenta años y persona que disfruta pateando los ríos de Asturias, creo que la caída de la curva poblacional del salmón solo podrá evitarse, primero, con una veda total durante unos años (el oricio se vedó por 5 años y la gente lo asumió como mal menor para conservar la especie, que hoy se ve asegurada en nuestros pedreros); y, sobre todo, velando por la limpieza de los ríos. La veda sin la calidad de las aguas, tampoco tendría mucho sentido.

En el caso del salmón, las pobres estadísticas de capturas que, año tras año, caen en picado, evidencian que, si no se toman medidas drásticas, su supervivencia, a más corto plazo de lo que muchos piensan, estará en grave riesgo. La pesca sin muerte es parte de una pobre solución, porque el pez se resiente después de esa lucha por mantenerse en el agua. El proyecto ARCA (que consiste en donar el pez con fines reproductores) es una buena iniciativa privada, pero con poca aceptación entre los pescadores, entre los que sigue predominando matar el pez.

En mi caso particular, esta temporada, por primera vez y después de 53 años, he donado mi primer salmón al proyecto ARCA con esos fines reproductores, en la seguridad de que, desde mi pobre atalaya, es lo máximo que puedo hacer para contribuir a salvar un importante patrimonio de Asturias que, por lo que se ve, las administraciones públicas no están muy interesadas en mantener. Las asociaciones de pescadores ponen mucha voluntad pero siempre se encuentran con la barrera de las dotaciones económicas imprescindibles para acometer cualquier plan de alcance, como el que exige este asunto. Salmon Vivo también es una buena iniciativa privada que analiza la problemática del salmón desde un enfoque real y científico, pero esto es muy poco. Se necesitan medidas de calado. ¿Llegarán a tiempo?

Por el futuro del Salmón, ¡salvemos nuestros ríos!

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