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Jorge J. Fernández Sangrador

Borges y Dante

La recomendación de la lectura de “La Divina Comedia” y las emociones estéticas que depara

Conocí a María Kodama en la sede de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en la calle Anchorena de Buenos Aires. Fue ella quien me recomendó, al preguntarle yo cuál era, a su entender, la mejor edición de las “Obras completas” del escritor, la de Sudamericana.

Me pareció un rasgo de honestidad intelectual, porque María estaba colaborando con otro sello editorial, cuando le pedí su opinión, en la publicación de la obra de Borges.

Aún recuerdo la silueta en cartón, de tamaño casi natural, del literato, que había en el recibidor de la Fundación, con esta leyenda: «Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso». Es del prólogo de “Los Conjurados” (1985).

En el volumen 3 de las arriba mencionadas “Obras completas”, las de Sudamericana, se hallan “Nueve ensayos dantescos” (1982), en los que Borges desarrolló con brevedad las incitaciones que las sucesivas lecturas de la “Divina Comedia” habían provocado en él.

Antes, en el volumen 2, en la obra “El Hacedor” (1960), el escritor bonaerense dedicó unas líneas a “Paradiso, XXXI, 108”, en donde un peregrino de Croacia pregunta ante el paño de la Verónica: «Mi Señor Jesucristo y Dios auténtico, ¿es así como fue vuestro semblante?»; y a “Inferno, I, 32”, episodio del encuentro de Dante con «una lonza», sea ésta una pantera, sea un lince, según distintas traducciones españolas.

Pero es, como digo, en “Nueve ensayos dantescos”, en donde Borges se detuvo en destacar «la variada y afortunada invención de rasgos precisos» por parte de Dante, en cuya obra «no hay palabra injustificada», y en la que, además de trazar la topografía del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, el poeta florentino pergeñó, en cada uno de estos tres niveles, los correspondientes modos de ser de la humanidad: el vicio, la virtud y la bondad o perfección.

A esta recopilación de temas la precede, y además en el mismo volumen, otra no menos importante en cuanto a dantismo se refiere: “Siete noches” (1980). Se trata de una serie de conferencias pronunciadas por Borges en Buenos Aires. La primera llevaba por título “La Divina Comedia”. El audio está en YouTube.

Es una de las exhortaciones más hermosas que existen a la lectura de la “Divina Comedia”. Borges descubrió la obra y su belleza en los tres pequeños volúmenes, en italiano e inglés, que adquirió al azar en una librería y que leyó, cuando trabajaba en una biblioteca del barrio de Almagro, mientras viajaba en tranvía.

Desde entonces frecuentó muchas veces la “Divina Comedia”, adentrándose con su extraordinario magín en el vocabulario y el alma de los personajes de la obra y en el interior de su autor. «Creo que el ápice de la literatura y de las literaturas es la ‘Comedia’», dijo el escritor. Y añadió: «Ningún libro me ha deparado emociones estéticas tan intensas. Y yo soy un lector hedónico, lo repito; busco emoción en los libros».

Así que todo el mundo debería sumergirse, al menos una vez en la vida, en el poema de Dante. «No hacerlo es privarnos del mejor don que la literatura pueda darnos», aseveró Borges. Y formuló, a continuación, esta pregunta: «¿Por qué negarnos la felicidad de leer la ‘Comedia’?», pues, de no hacerlo, la cuestión sería entonces trasladable al ámbito moral, ya que, para él, «nadie tiene derecho a privarse de esa felicidad», la de la deleitosa ocupación de leer la “Divina Comedia”.

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