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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Lorca no se acaba nunca

Pablo Remón sorprende en el Niemeyer con su aplaudida versión de “Doña Rosita, la soltera”

Fernanda Orazi, como Rosita, toma el set central (la escenografía, de Mónica Boromello, es destilación de un piso de viejas en provincias) de “Doña Rosita, anotada” y dice: “Me he acostumbrado a vivir muchos años fuera de mí, pensando en cosas que estaban muy lejos, y ahora que estas cosas ya no existen, sigo dando vueltas y más vueltas por un sitio frío, buscando una salida que no he de encontrar nunca”. Y uno se queda acongojado porque, aunque se lo espera, no espera que un monólogo como este (de 1935) siga definiendo tan bien el deseo de vivir más allá de la vida. Lorca tiene estas cosas.

Lo que sucede al final es que la solterona descubre que ha preferido vivir el cuento del amor prometido, aunque haya sido a cambio del tiempo largo transcurrido. Pero esto, en “Doña Rosita, anotada” no pasa al final. Y eso es lo bueno. Pablo Remón desmenuza la obra de Lorca y hace un espectáculo grande que programó el Centro Niemeyer antes de anoche (el viernes, en el Jovellanos) como hizo Al Pacino cuando dirigió “Looking for Richard”, su documental en busca de la tragedia de Ricardo III, el duque que terminó reinando después de afilar el cuchillo. Teatro, tragedia, metateatro y fascinación. Y algún fantasma del “Cuento de Navidad” (también salían en “Sueños y visiones de Rodrigo Rato”): el otro mundo tiene que explicar este.

Pablo Remón ya es uno de los dramaturgos del momento. Sea cuando se ríe de la pérdida en “El tratamiento” o cuando revive la corrupción en mitad del páramo castellano de “Los mariachis”. Siempre.

“Doña Rosita, anotada” es un espectáculo espléndido. Por Remón, por Francesco Carril (que ya protagonizó la maravillosa “El tratamiento” y que se presenta aquí como un trasunto del dramaturgo), por Fernanda Orazi (que estuvo en “Barbados, etcétera”, por ejemplo) y también por Elisabet Gelabert, que es un ama del siglo XXI, como son las amas en el siglo XXI. Estuvo en “El precio” de Silvia Munt, no se olviden. Cuando se acaba “Doña Rosita, anotada” uno siente la necesidad de quedarse en el teatro para que la función vuelva a comenzar. “Con la complicidad del espectador, el actor le da a examinar la vida; la que vive y otras que podría vivir”. Esto lo dice Juan Mayorga en su “Razón del teatro”. Y dice más: “El teatro no sucede en el escenario, si no en el espectador, en su imaginación y en su memoria”. Y eso me está pasando ahora mismo, mientras escribo estas líneas. “Doña Rosita, anotada” no para, sigue sucediendo.

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