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José Manuel Ponte

Delicada obra de taracea

El difícil encaje de Cataluña en España

Desde que Ortega y Azaña debatieron sobre la mejor forma de encajar la realidad de Cataluña en España, hubo una Segunda República, una Guerra Civil, una larga Dictadura, otra (la tercera) Restauración borbónica, intentos de golpe de estado y una fugacísima República catalana que duró escasamente medio minuto. Como consecuencia de ese atrevimiento, el presidente de la “non nata” entidad huyó al extranjero en compañía de algunos de sus, digamos, ministros mientras el vicepresidente y otros dirigentes de la fallida intentona secesionista se quedaban atrás para pagar la factura de la juerga. Y en esas todavía estamos con el pseudopresidente y su fantasmal gabinete viviendo en Bélgica y el pseudovicepresidente y otros compañeros mártires en la cárcel condenados por el Tribunal Supremo. Así seguiría todo, con pequeños avances y retrocesos, como en la guerra de trincheras, hasta que flaqueara el ánimo o la cartera de los financiadores de la operación, o hasta que los encarcelados pudieran acogerse a los beneficios penitenciarios y salir a la calle a respirar mejor. En esas circunstancias, la histórica tarea de encajar la realidad de Cataluña en España, como habían diseñado Ortega y Azaña, quedaba bloqueada “sine die”. Encajar en una realidad histórica otra de diferente material es una delicada obra de taracea que solo está al alcance de un genio de la política (en ese caso, se trataría de incrustar una hipotética república catalana en una monarquía española capitidisminuida, ya que los vascos querrían algo parecido y puede que hasta los siempre prudentes gallegos se atreverían a hacer lo propio). Afortunadamente, llegó a la Moncloa un joven político con espíritu aventurero que se ofreció a encajar, en la complicada taracea patria, la pieza que faltaba. Contaba con los votos de su propio partido, el PSOE, de los de su socio, Unidas Podemos, y los del resto del arco parlamentario con la excepción del PP, de Vox y del residual Cs. Desde la derecha y la extrema derecha se calificó a la nueva mayoría de “coalición Frankestein” por la monstruosidad del batiburrillo ideológico que se formó. En la larga marcha hacia no sabemos donde, hubo algunos episodios curiosos como la renuncia del señor Iglesias a la vicepresidencia del Gobierno para cortarle el paso en Madrid a la señora Ayuso. Una operación que desembocó en la arrolladora victoria de esa misma señora y el anuncio por el clamorosamente derrotado de su abandono de la política, que para rematar la faena se corto la coleta como hacen los toreros. El nuevo reto de Pedro Sánchez para encajar definitivamente Cataluña en España consiste en indultar a los dirigentes independentistas presos pese al rechazo del Tribunal Supremo, de la Fiscalía y de destacados militantes de su propio partido. La apuesta es arriesgada, aunque como dice su asesor Iván Redondo, si Sánchez se tira por un barranco, él iría detrás. Hasta tal punto tiene confianza en su buena suerte.

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