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Carmen Martínez Fortún

Don Dinero

Las élites conspiradoras que dominan Cataluña

En “Independencia” de Javier Cercas, un Robin Hood transformado en mosso reparte la justicia que para Sánchez es venganza. Ese imposible Harry el Sucio compensa a lo bestiala injusticia estructural de una Cataluña en la que los culpables nunca pagan, merced a siglos y siglos de dinero y siglos y siglos de desigualdad y la indispensable complicidad del Estado. El escritor ejerce, pues, el contra poder escaso de la literatura. Todo imaginación. Al leerla no entendía el título, pero ya sí. Después de contemplar la larga conspiración de las élites que han dominado Cataluña desde siempre para que los abusos de sus próceres queden impunes, capto la metáfora. Los poderes medievales de siempre defendiendo sus privilegios y los de sus protegidos: la peor versión de la Iglesia y el dinero, que no ha habido nunca más en la historia de Occidente. Y los pobres tontos tragándose el camelo.

Creían, porque lo sabían, los ricachones catalanes inmensamente ricos, que allí no hay riquinos de pueblo como aquí, y si los hay no cuentan, creían, repito que podían hacer lo que querían sin consecuencias jurídicas ni penales. Y aunque las ha habido y por eso su pasmo, su susto, sus CDR en las calles preparando con odio animalesco atentados y barbaridades varias, aquella interpelación de uno de ellos perdida en una tertulia que muchos han olvidado pero yo no: –¿Nos indultaréis verdad? –está al llegar con precisión milimétrica.

Ha sido comprobar los ricachones que se han pasado en su apuesta, por las pérdidas millonarias de sus fortunas, o por el riesgo, que ha sobrepasado los cálculos ventajistas, y hacerle una envolvente el Rey y a todos los tontos o listillos útiles, que además les necesitan para seguir creyendo que mandan. Presionan, montan una orgía indultadora con sonrisas hipócritas, mientras subvencionan a Puigdemont –¿de qué vive este hombre sin trabajar en su lujo republicano?– como hicieron con el “procès”. Y así seguirán en ese bucle asqueroso, mientras el resto de España paga la luz y no sabe qué hacer con las mascarillas. ¡Ah!, y la izquierda tragándose el camelo.

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