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Jorge J. Fernández Sangrador

Schuman

El constructor de Europa que forjó su ideal comunitario en un monasterio benedictino francés

La abadía cisterciense de Nuestra Señora de las Nieves, en Ardèche, diócesis de Viviers, en Francia, fue levantada a mediados del siglo XIX por monjes procedentes de la de Nuestra Señora de Aiguebelle, en la diócesis de Valence.

El cenobio, cuya fundación fue acordada el 5 de agosto de 1850, fiesta de la Virgen de las Nieves, y de ahí su nombre, acogió entre sus silenciosos muros a tres personalidades de la historia literaria, religiosa y política de Europa.

El primero fue Robert Louis Stevenson (1850-1894), autor de “La isla del tesoro” y “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, que se alojó en el monasterio en septiembre de 1878. De la conversación que mantuvo durante la cena con otros huéspedes dio cuenta en su libro “Viajes con una burra por los montes de Cévennes”.

El segundo fue el beato Charles de Foucauld (1858-1916), que será canonizado en fecha próxima. Ingresó en la abadía, para ser monje, el 16 de enero de 1890, aunque solo residió allí unos meses, porque enseguida se trasladó a la trapa de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en Cheikhlé, cerca de Akbés, en Siria. Su nombre de religión era Marie-Albéric.

Regresó, el 10 de junio de 1901, a Nuestra Señora de las Nieves, tras recibir la ordenación sacerdotal en Viviers, para celebrar su primera Misa en el monasterio. Aún se guardan en él algunos objetos personales suyos: un paraguas, un catalejo, un bolso, un alfiler de corbata, un medallón con cabello de su madre, una casulla, un cáliz y algunos dibujos.

El tercero fue Robert Schuman (1886-1963), del que el Papa aprobó, hace unos días, sus virtudes heroicas, como requisito previo para la posible beatificación en el futuro, si es que llega a producirse la realización del preceptivo milagro.

Schuman fue apresado en Metz, a causa de su actividad política, por la Gestapo en 1941 y conducido al Kurhaus Kohler de Neustadt an der Weinstrasse, en donde estuvo detenido y de donde escapó en cuanto se le presentó la ocasión.

Y fugitivo, habiéndose adentrado en la espesura de los bosques de Cévennes, logró llegar al monasterio de Nuestra Señora de las Nieves, en el que fue acogido por los monjes. Durante el tiempo que estuvo entre ellos, aprovechó para aprender inglés leyendo a Shakespeare.

En aquel recinto de vida benedictina se forjaron y maduraron sus pensamientos acerca de la Europa que había que levantar cuando acabase la guerra. Una Europa en la que no cupiese la posibilidad de que se diese una situación como la que por entonces padecían todas las naciones que la componían.

Una Europa unida, próspera y libre. La Europa que tiene por celestial protector a san Benito. Y ningún lugar podía ser más adecuado, para iniciar la andadura que habría de llevar a Robert Schuman a ser “Padre de Europa”, que una casa de san Benito, “Patrón de Europa”.

Tal vez durante las horas de meditación silenciosa y orante en la abadía fue cuando Robert Schuman concibió los puntos seminales de su famoso discurso, en el que, siendo, años más tarde, ministro de Asuntos exteriores de Francia, propuso la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Esta sería la primera de una serie de instituciones supranacionales que se convertirían después en lo que hoy es la Unión Europea.

Schuman era de la idea de que Europa se iría haciendo, no de una vez ni en conjunto, sino gracias a realizaciones concretas, alentadas por la solidaridad de un continente entero, dirigidas hacia el restablecimiento de la paz y la justicia, impulsadas por la pasión que requiere la construcción de toda obra grande, regidas por principios morales antes que por un economicismo desaforado y animadas por el espíritu de fraternidad que se funda en la noción cristiana de la libertad y de la dignidad de la persona.

Y junto a las de Robert Schuman, el Papa reconoció, en el mismo día, las virtudes heroicas de una asturiana, María Stella de Jesús (1899-1982), natural de El Barradiellu, en Colunga. Perteneció a la Congregación de Religiosas de María Inmaculada y con su entrega humilde, amorosa y total, también ella, al igual que el católico Schuman, contribuyó, a su modo, a la construcción de la Europa de las verdaderas libertades, de la defensa de la vida en todas las etapas de la existencia y del respeto a la dignidad de la persona, en su singularidad y en sus inalienables derechos prepolíticos, creada a imagen y semejanza de Dios.

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