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Ángel Jiménez Lacave

La sedación correcta no es eutanasia

A propósito de la entrada en vigor de la ley de eutanasia

Un amigo me contó que tenía una persona que apreciaba mucho en una residencia para personas mayores. Un buen día, la protagonista de esta historia empezó a perder el apetitito y a deteriorarse físicamente hasta quedar confinada en cama. Las exploraciones y los análisis que se le realizaron no pudieron evidenciar una enfermedad concreta.

Con el tiempo, aparte del deterioro general, se fue instaurando un estado de somnolencia sin otros síntomas que le hicieran sufrir. Viendo que podría fallecer, los responsables de la residencia avisaron al médico de atención primaria. Un día mi amigo fue a visitar a la enferma y al entrar en la habitación encontró la cama vacía. Dando por hecho que había fallecido, preguntó al ATS qué había ocurrido y este le contestó: “Vino el medico y... !bombazo!”. Los allegados a la enferma interpretaron que el término bombazo indicaba que se le había sedado. Es cierto que se oye hablar de sucesos en los que, como en el caso descrito previamente, tras iniciar una sedación el enfermo fallece poco después, y en consecuencia hay gente que piensa que “¡sedar es para morir!”.

Al recordar estos hechos pude comprender la actitud de un taxista que mientras regresaba a casa desde el HUCA me manifestó, con gran convicción, que la sedación es una eutanasia. Le expliqué que lo que distingue una sedación de una eutanasia es, en primer lugar, que la sedación es un acto cuya finalidad no es matar al enfermo sino controlar un síntoma rebelde (refractario); en cambio, en la eutanasia la finalidad del acto médico es administrar fármacos con la intención de acabar con la vida del enfermo. Y, en segundo lugar, la sedación consiste en administrar unos fármacos ajustados a la respuesta para conseguir anestesiar al enfermo y evitar el sufrimiento que origina el síntoma refractario, pero sin sobrepasar la dosis mínima eficaz; en cambio, en la eutanasia, lo que se pretende es acabar con la vida del enfermo y, por lo tanto, la dosis que se administra es letal.

La separación entre una sedación correcta y la eutanasia es una línea que en teoría se antoja clara y nítida, pero muy fina y por lo tanto fácil de traspasar en la práctica. Se traspasa la línea cuando se administra una sedación que no está indicada o/y cuando se administran dosis superiores a las necesarias (suprafarmacológicas). Un ejemplo de sedación incorrecta ocurre, por ejemplo, cuando se administra a enfermos en coma sin sufrimiento. En estos casos existe, como es obvio, una “sedación natural” originada por la propia enfermedad, y por lo tanto sedarlo no resuelve ningún síntoma refractario, y lo único que puede conducir es a adelantar la muerte.

La línea de sedación correcta también se traspasa por sobredosis o por utilizar fármacos indebidos. Un ejemplo de esta forma de preceder tuvo eco, hace unos años, en los medios de comunicación tras las polémicas sedaciones que se llevaron a cabo en las Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés. Según consta en el libro publicado por la editorial Libroslibres, con ISBN 9788496088863, debido a la gran mortalidad en las urgencias de dicho hospital, por lo inesperado de algunas muertes y por las denuncias recibidas, se nombró un comité de expertos para evaluar lo sucedido. Tras analizar 109 historias clínicas de los enfermos que recibieron sedación, en 70 casos no había indicación y en 39 los fármacos fueron inadecuados o las dosis excesivas. Hay que tener en cuenta que una sedación correcta puede ser reversible y no acorta la supervivencia, según un estudio publicado en el N Eng J Med de 1998, p. 1230.

En conclusión, una sedación correcta no es una eutanasia. Hoy entra en vigor la ley de eutanasia que es injusta porque en vez de basarse en la ética médica lo que pretende es cambiarla. Es también contraria a la Constitución por las razones que se expusieron en el articulo titulado “La ley de la eutanasia es inconstitucional” publicado en LA NUEVA ESPAÑA el 6 de marzo de 2021. Y es injustificable porque no la piden los enfermos sino los sanos, con una cosmovisión posmoderna de la libertad que consiste en que la autonomía personal está por encima de las normas objetivas naturales (no matar) y por lo tanto en contra de la Declaración Universal de los Derecho Humanos –y la Constitución– que se puso en marcha precisamente para salvaguardar la dignidad intrínseca (ser /existir) de los seres humanos.

Los médicos podrán oponerse a la eutanasia basándose en la objeción profesional porque su misión es curar, mejorar o aliviar, y en los enfermos que lo requieran aplicar una sedación correcta, cuyo fin es eliminar el sufrimiento y no al que sufre.

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