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JC Herrero

Armisticio: sin trampa y con cartón

Atribuir al gobierno de una nación democrática que hace trampas –por lo del “procés”– no deja de ser una osadía por parte de un opinante, vaya por delante. La trampa suele estar en lo preconizado por Locke o Montesquieu, en particular el espíritu de las leyes que, en ocasiones, acaba siendo fantasmagórico, incluye legislación de 1870. Eso del imperio de la ley está muy bien, pero claro, si en cada pose política te inventas una ley a gusto del consumidor mal andamos: lo democrático queda ensombrecido por lo del derecho, en cuanto a lo social que es la parte más tangible del dogma, pues eso, a envainársela: hay armisticio, todos los poderes llaman a la concordia mientras la “novena” exige amnistía, un juego de palabras muy cervantino.

Más esta manida –manoseada cuando se abusa de ella– democracia debe entender que los sufridos ciudadanos, la parte social, llegamos a un punto de saturación que acabas mandando a tomar baños de asiento a cuantos nos toman el pelo, a los que diputamos por delegación, por muy sufragista que sea lo cosa democrática, lo social siempre acaba dividido, menos mal.

Nos inoculan tal borrachera legislativa por vía “parental” –de los parientes afines que les dejan gobernar– e inyectada a través de telediarios que te modifican –como el virus– lo que llamaremos “proteína de la indiferencia”, el hastío que deviene de estos montajes políticos. El último es la presencia de un mandatario surcoreano invitado, al parecer, por un círculo económico cuya cuadratura trata de restar importancia a un tironero motorizado de Barcelona con la consiguiente espantada turística surcoreana. Hasta ahora, la espantada empresarial hispano-catalana a otras latitudes, huyendo de imposiciones vernáculas, no obtuvo tanto apoyo internacional. “Barcelona como nunca antes” es el lema reinventado, es como más limpio.

El común de los contribuyentes, los nos secesionistas, no sabemos dónde empieza la arribada del surcoreano y dónde hizo campaña la diplomacia ad hoc del “Diplocat” recorriendo medio mundo sumando apoyos, dividiendo el país. Esa gira artística era parte del atrezo y sufragio fallido –pero vinculante– que abusó del derecho, no de la democracia, poniendo en solfa a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, de lo que queda de él en Cataluña: hay que ponerse en la piel de las familias de guardiaciviles sitiadas por el “procés”.

Toda esta representación lúdico-festiva, incluye la excarcelación a la “novena”, a los nueve, que airean indultados estelada y pancarta con el “Free Catalonia”, otra vuelta de tuerca legislativo-ejecutiva como si fuese un sketch de José Mota, de chiste. Solo falta entonar, no “Al vent”, la canción del “Gigi el amoroso” esperando que un día les llegue el americano de turno, un surcoreano no da para mucho, exportaciones y poco más.

–¡Corleone che a arrivato! –parecen suspirar. Sí que es cierto, no hay trampa legislativa, pero hay demasiado cartón piedra en esta tramoya nacional.

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