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Esteban Greciet

Clave de sol

Esteban Greciet

La Iglesia española ante el separatismo

Don Jesús Sanz, un prelado valiente

Andan estos días en cuestión –¡otra vez!– las relaciones entre la Iglesia y el Estado, sobre todo con los enfoques de la tensa actualidad en torno a las liberaciones de los separatistas catalanes que habían sido juzgados y condenados con arreglo a derecho.

En concreto, los prelados españoles, obispos y arzobispos, han manifestado su satisfacción por lo que consideran al parecer un acto de justicia. Atribución sin duda aventurada porque se invoca “el perdón y la misericordia sinceros”, pero no hay ningún signo de arrepentimiento ni mucho menos de “propósito de la enmienda”, condición “sine qua non” según establece la doctrina. Creo yo.

Pero esta posición tan discutible tuvo por lo menos una relevante excepción, que es precisamente la de nuestro arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes, que ha tenido la valentía de discrepar nada menos que de la Conferencia Episcopal Española a la que pertenece.

Don Jesús se ha manifestado muy crítico con la postura de comprensión hacia los políticos del “procés” catalán. Con ello se ha desmarcado del respaldo a los indultos a favor de quienes ya habían manifestado previamente que mantendrían su postura rebelde en cualquier caso.

Así queda evidenciado, entiende uno, que existe una valoración diferente en la actitud de manifiesta rebeldía por los ahora indultados, ya prometida incluso antes de serlo. Lo que revela que no existía ninguna intención previa de modificar su primitiva postura. Las medidas de gracia no han sido correspondidas con un cambio claro y sincero de actitud por parte de los condenados y ahora liberados sin cumplir las condiciones. ¡Y alardeando de ello!

Los que somos antiguos y, por ello, acostumbrados a guardar las leyes y las formas, no somos capaces de comprender y asimilar las nuevas costumbres de interpretar las leyes y, sobre todo, la benevolencia oficial con la que se aceptan, por ejemplo, las flagrantes faltas de respeto a lo estatuido y a la legalidad que se supone vigente. Por ejemplo, con la quema de fotos del Rey y los constantes desaires a su presencia en Cataluña.

Lo que nos desorienta un poco a los que queremos seguir siendo fieles a nuestras convicciones religiosas es la división que uno ya vivió en los llamados “años de plomo” durante los primeros tiempos de la Transición en el País Vasco y que relataré hasta donde pueda el día en el que salgan mis memorias.

Vivimos tiempos disparatados en lo político que, al fin y al cabo, es el cañamazo sobre el que se teje nuestra cotidiana existencia en España. Una España que parece haber entregado su integral primogenitura ni siquiera por un plato de lentejas. Sólo nos faltaba a los católicos que, tal como están las cosas, la política nos venga a dividir la Iglesia.

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