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Toni Silva

A bajamar

Toni Silva

Oportunidad para el renacimiento

La fiesta de las Piraguas y la necesidad de una organización que le dé sentido

Este va a ser otro año de “no Piraguas”, y ello gracias a que los ayuntamientos ribereños impusieron su negativa por miedo al desparrame. El rebote –y rebrote– vírico ya a principios de julio les está dando la razón. Las desescaladas locas (que invitan al despiporre) y el cuentín de que los vacunados están “totalmente inmunizados” (cuando no es así) están abriendo la puerta a otro verano chungo, por mucho optimismo que queramos poner en el menú del día.

Me llamó la atención (y me puso mis cuatro pelos de punta) el empeño hasta última hora del CODIS para que se celebrara la prueba deportiva, aunque fuera sin la fiesta. Con un par. Los que estuvieron magníficos fueron los grandes palistas Julio Martínez y Manolo Busto, que recordaron que el Descenso sin la fiesta no tiene sentido. Y no lo tiene, pues no se trataría de la Fiesta de las Piraguas sino un remedo, un “fistro”. Una parte despojada de lo que le ha dado personalidad y fama mundial, porque sin el contenido lúdico, cachondo, simbólico y popular el Descenso no es nada.

La postura del CODIS ha dejado en evidencia la mentalidad de los organizadores, que se han mostrado capaces de aceptar la supresión de lo festivo con tal de salvar lo que de verdad les interesa, lo que le interesa al CODIS: la competición. Y lo digo con pesar, porque el presidente me cae bien, pero no puedo estar de acuerdo con el rumbo que llevan las Piraguas ya desde mucho antes de que él llegara a la presidencia. La fiesta lleva años de decadencia y una causa grave es precisamente la ausencia de líneas de organización, pues nadie se ocupa de ella, ni el CODIS (que va a lo deportivo), ni los Ayuntamientos (que se dedican a limpieza, tasas, acampada y cosas así), ni el Principado, que se quita hábilmente del medio. Nada que ver con la época de Dionisio de la Huerta, que estaba en todo, inventaba mucho y le dedicaba todo el año. Las Piraguas necesitan una organización, alguien que innove, dirija y coordine, alguien o algo que organice unas actividades y unos contenidos que le den sentido a la fiesta, que la hagan atractiva para todos. Hay que plantear la fiesta con ambición y medios, como si fuera el Día de Asturias, y para eso se necesita dinero, liderazgo y también ideas: hay que innovar y a la vez recuperar, poner al día, el ideario de la fiesta.

El ideario está íntegro en el legado de Dionisio de la Huerta, que creó un evento impregnado de rasgos olímpicos, mitológicos, simbólicos y asturianistas. No me digan que ahí no hay materiales que, convenientemente actualizados, sirvan para una fiesta original y popular, apropiada para chicos y grandes. El parón obligado por la pandemia, visto por la parte positiva, nos está dando una oportunidad de oro para replantear las bases de la fiesta, pero hay que ponerse a ello, asumir responsabilidades y dejar de escurrir el bulto. Conociendo el percal, muy optimista no soy.

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