Antes de la muerte de Franco eran pocas (y por eso más meritorias) las personas de derecha o de centro dispuestas a hacer algo para traer las libertades a España. Tras la muerte del dictador, Juan Carlos I y Suárez pactan con la izquierda la reinstalación de todos en una democracia, olvidando el compromiso activo de muchos con el franquismo (empezando por ellos mismos) o la anuencia pasiva de muchísimos. El grueso del pelotón del centro-derecha de aquel tiempo viene de esa conversión un tanto oportunista y bien está, pues facilitó mucho el tránsito. Desde entonces ha llovido lo bastante como para que en el centro-derecha arraiguen verdaderos principios democráticos, como sin duda ha ocurrido. Al escuchar ahora a algunos líderes legitimar de un modo u otro el golpe de Franco y deslegitimar la II República no se puede evitar una sensación desoladora de regreso a la primera casilla.