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Inmaculada González-Carbajal García

La sensatez como antídoto a la contaminación mental

Prejuicios absurdos en una sociedad “refalfiada”

Existe una contaminación ambiental evidente que puede acabar con la vida sobre la tierra, pero existe también una contaminación mental que inocula en nuestro esquema de pensamiento ideas absurdas y principios que no nos ayudan a vivir mejor, sino todo lo contrario. Quizás no somos conscientes de nuestra responsabilidad en este tipo de contaminación, pero deberíamos estar más atentos, para no exhalar ideas absurdas, prejuicios o principios que no nos convierten en mejores personas ni nos ayudan a afrontar la vida con todas sus dificultades. También deberíamos vigilar lo que les llega a nuestros niños y niñas a través de múltiples medios; a veces pueden parecer inocentes, porque como están dirigidos a los más pequeños, parece que no va a tener efecto alguno, pero pueden estar sentando las bases de una perspectiva equivocada de la vida, la cual no tiene ningún fundamento.

Esta reflexión surgió a propósito de un padre joven, que me contó el diálogo que había tenido con su hija de cuatro años cuando escuchó una canción titulada “No nos gustan los lunes”. Parece ser que a la pequeña le sorprendió el mensaje y preguntó: “Papá, ¿por qué no me tienen que gustar los lunes?”. Desconocía la existencia de esta canción; así que, después de lo que me contó sobre ella este padre sorprendido, sentí curiosidad por conocer de qué iba. Evidentemente, la canción no tiene más contenido que un estribillo machacón, que inocula el mensaje absurdo de que los lunes son terribles y lo mejor es quedarse en la cama, a la vez que se le propone a la madre que mienta para no ir al colegio y a que haga lo mismo en su trabajo; también se ensalza la perfección de un día en pijama y zapatillas viendo la televisión como ideal de vida. Después de escuchar tamaña tontería, me pregunto si no hay otros temas sobre los que construir una canción infantil.

Desde hace muchos años, me propuse poner atención a algunas consignas o prejuicios que repetimos sin ningún tipo de reflexión y con los que damos un enfoque erróneo a la vida. Uno de ellos es la denostación del lunes, por ser el día con el que iniciamos la semana y con el que cambiamos la rutina sin horario que mantenemos en nuestro tiempo libre. Cuando estamos un poco refalfiaos –como decimos en Asturias–, es normal percibir una cierta incomodidad en el cambio de ritmo que nos impone el primer día de la semana, pero de ahí a colgarle el sambenito de que los lunes son días aciagos, hay un largo trecho; además, pasaría lo mismo con el martes o cualquier otro día. Hace unos cuantos años, paseaba con una amiga que tenía un cáncer de mama; recuerdo que era sábado y me quejé de que el lunes tenía que empezar a trabajar después de unos días de vacaciones. Mi amiga me miró con gesto serio y me dijo: “Ya me gustaría a mí tener que trabajar el lunes; eso significaría que estoy sana”. Ante aquella respuesta, me quedé en silencio y me dije a mí misma que nunca más me quejaría por tener que trabajar. A partir de entonces, empecé a poner atención en mi mente, para contrarrestar aquellas consignas absurdas que decimos sin ningún tipo de reflexión. Cada día por la mañana, al salir de casa, me decía a mí misma: “Has abierto los ojos un día más, estás sana, tienes trabajo, tus seres queridos están bien…, ¿qué más necesitas? Así que, a trabajar con alegría”. Hace muchos años que cualquier día de la semana me parece perfecto si se dan estas premisas.

El lunes es tan bueno como el martes o como cualquier otro día si tenemos salud; si podemos acudir al trabajo, porque es señal de que lo tenemos, algo que muchos quisieran; si tenemos la oportunidad de ir al colegio, porque hay muchos niños y niñas que no tienen esa posibilidad, y este logro de tener acceso a la educación hasta los dieciséis años es un lujo que no hay en muchos lugares del mundo. Así que sería mejor ser conscientes de ello y no inocular ideas absurdas y falsas que no ayudan a vivir mejor. En el Congo los niños van felices al colegio, porque es una oportunidad que, además de darles formación, les libera de cargas y trabajos que muchos hacen desde edades muy tempranas. Es muy frecuente ver a criaturas desde los cinco años cargando con pequeños bidones de agua en la mañana muy temprano, o a niñas de siete u ocho ayudando a sus madres en la casa y a niños de la misma edad vendiendo cualquier cosa por las calles. A lo mejor no estaba de más que alguien hiciera una canción haciéndoles saber a nuestros pequeños lo afortunados que son por haber nacido en lugares donde hay fines de semana para descansar y lunes para ir al colegio contentos de tener esa oportunidad.

De todos modos, la pequeña que escuchó esta canción terminó diciéndole a su padre: “Papá, esta canción no me gusta, y no me la pongas más, porque a mí me gustan los lunes”. Menos mal que algunos pequeños tienen más criterio que muchos adultos.

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