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Mujeres

Violencia machista y fútbol

La cultura de la masculinidad tóxica rodea al deporte rey

Instantes después de que finalizara la Copa de Europa en Wembley, las redes sociales replicaban un mensaje urgente. «Inglaterra ha perdido. Habrá mujeres que esta noche sufran violencia doméstica». Se recordaban teléfonos de emergencia para pedir ayuda y se ofrecían desinteresadamente habitaciones y refugio para huir de los golpes del cónyuge o la pareja. «Si a Inglaterra le dan una paliza, a ella también se la dan», decía la campaña de 2018 del Centro Nacional contra la Violencia Doméstica en el Reino Unido reactivada a lo largo del Euro2020.

«No todo el mundo está esperando el partido de esta noche», habían advertido desde NCDV antes del comienzo del encuentro. «Los casos de abuso doméstico aumentan el 26% cuando Inglaterra juega y el 38% si pierde». El dato pertenece a un estudio de la Universidad de Lancaster, que analizó los torneos de la Copa del Mundo en 2002, 2006 y 2010.

Otro trabajo del Centro Escocés para la Investigación de la Delincuencia y Justicia publicado en 2014 constató la vinculación entre agresiones en el hogar y el fútbol. Incluía un informe de la policía de la región de Strathcly basado en denuncias e incidentes de violencia de género. Los abusos domésticos se habían disparado coincidiendo con los partidos entre los equipos archirrivales, el Celtic y los Rangers, ambos de Glasgow. El número de ataques variaba dependiendo del día de la semana y la hora en que se jugara el encuentro. Los sábados la violencia contra las mujeres aumentaba el 138,8% y los peores momentos discurrían entre la medianoche posterior al match y primera hora de la mañana. Los domingos aumentaban el 96,6%, y los miércoles, el 56,8%. En ambos casos la virulencia de las agresiones crecía de última hora de la tarde a una de la madrugada.

Los investigadores de la London School of Economics (LSE) ya anotaron que en confrontaciones del Manchester United y Manchester City la violencia doméstica disminuía durante el partido, el momento en que se ingería más alcohol, pero aumentaba cuatro horas después del final.

Algo tóxico sigue rodeando al fútbol. Un mundo fundamentalmente de hombres aún, sean mánagers o jugadores, directivos o espectadores, donde persiste una cultura tradicional de machismo, homofobia, racismo y violencia. La influencia social del deporte rey es enorme y así debe ser también su responsabilidad empezando por sus figuras. Solo 6 semanas antes de que comenzara el Euro 2020, Gales nombró un nuevo mánager para su equipo nacional. El anterior, en el cargo desde el 2018, Ryan Giggs, antigua estrella del Manchester United, está procesado por abusar de su expareja y de la hermana de esta. Ni el caso es único, ni solo ocurre en Gran Bretaña. Según la BBC, «la Confederación Brasileña de Fútbol puede completar un equipo de jugadores en activo acusados o condenados por delitos relacionados con la violencia de género o agresiones sexuales».

Un antiguo portero del Flamingo juega en otro equipo tras cumplir menos de un tercio de una pena de 22 años por mandar asesinar a su novia, que fue estrangulada y su cuerpo despedazado arrojado a los perros. «Cuando un club acepta a alguien condenado por violencia contra las mujeres, está diciendo a los brasileños que hacer eso es aceptable», señala la profesora de Política y Economía Legal, Monica Sapucaia Machado. En Argentina los jugadores de primera fila acusados y condenados por violencia de género supera la decena. En España ha habido casos sonados: el abuso sexual de dos jugadores de la Arandina a una menor de 15 años o la difusión sin consentimiento de un vídeo sexual de Sergi Enrich y Antonio Luna, entonces jugadores del Eibar, aún en activo.

Otros deportes también están vinculados con los abusos domésticos. La policía galesa registró un aumento del 79% de casos durante un partido de rugby de Gales contra Inglaterra en Cardiff. Estudios en EEUU han constatado un mayor ingreso de mujeres en los servicios de emergencia de hospitales por agresiones a manos de sus parejas durante partidos del fútbol americano, el deporte más popular allí, y especialmente durante la Superbowl.

El alcohol es una constante y su contribución a la violencia es mayor que la de ninguna otra sustancia. La escritora y periodista Mona Elthawy quiere «dejar las cosas claras: no es el fútbol el que hace que los hombres abusen de mujeres y niños. No es el alcohol que esos hombres consumen mientras ven fútbol el que hace que hieran a mujeres y niños. Ganen, pierdan, o empaten, el resultado no es lo que lleva a un hombre golpear a una mujer. Es el patriarcado el que permite proteger a los abusadores».

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