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Consejeros de Hacienda en el sanchismo

Reivindicación de la palabra “solidaridad” en la negociación de la reforma de la financiación autonómica

La vida determina la conciencia, y no al revés, sostenía el marxismo clásico; pero en el PSOE líquido y postmaterialista de Pedro Sánchez se está a un paso de afirmar que uno se puede sentir rico o sentir pobre. Y cargarse así definitivamente el principal desafío al que se han enfrentado desde su creación los partidos de izquierdas: reducir las diferencias e injusticias de origen socioeconómico, luchar por la igualdad de derechos y oportunidades.

La “política” de las identidades definidas desde los sentimientos más primarios (tengo miedo, estoy enfadado, me da tal cosa asco; me gusta aquello, quiero poseer lo otro) es un peligroso camino que ya recorrió en otros momentos la Humanidad, y que no acabó bien. La invasión emocional del espacio de razón que es la política, constituye una de las mayores amenazas a la democracia liberal.

Y a esa corriente parece querer sumarse la consejera Cárcaba cuando me recomienda que prescinda del uso del concepto “solidaridad” en mis intervenciones parlamentarias, al referirme a las bases que deben regir la negociación del nuevo modelo de financiación autonómica. Debe ser difícil ejercer de consejero de los números y los euros en el desdibujado cosmos del sanchismo.

Puede que a algunos socialistas de hoy en día no les guste la palabra “solidaridad” porque induce a la consciencia. Pero en el mundo terrenal sucede que hay regiones ricas en recursos fiscales, y hay regiones pobres. Solo reconociendo esta realidad podemos trabajar en paliar los agravios y en garantizar la equidad de todos los españoles.

Asturias necesita la solidaridad económica que articula el Estado español, como lo hacen Cantabria, Castilla y León, Extremadura, Aragón…, y otras comunidades cuyos dirigentes no tienen complejos en usar el vocablo, junto a los de “cooperación” y “lealtad” entre administraciones. Demandan así la aplicación de valores constitucionales opuestos tanto a la competencia desleal, como a las negociaciones bilaterales de estos días.

La solidaridad es un concepto esencial en nuestra Constitución, una de las piedras angulares sobre la que se levanta nuestra nación, junto a los principios de igualdad y libertad. Uso esta palabra repetidamente porque además evoca la “fraternidad”, una noción que importó para la construcción del Estado español contemporáneo, el progresismo del siglo XIX. ¡A ver si va a creer la consejera que estoy hablando de beneficencia! Este es el marco que comparten los partidos liberales y los socialdemócratas.

Hay regiones que tienen más población activa, más dinamismo económico y por ello, superior capacidad recaudatoria que Asturias. Hay regiones que no tienen tan elevada proporción de personas mayores, tanta superficie rural en riesgo de despoblación, tantas complicaciones orográficas. Nosotros necesitamos, hoy por hoy, que 7 de cada 10 euros de los que presupuestamos en gasto nos lleguen a través de los mecanismos de redistribución estatal. Creo que es bueno centrarse en esta visión del asunto. Y dudo que sea favorable acudir con el sobrecoste de la oficialidad del bable en la lista de demandas.

Como reconoció recientemente Barbón, los grupos parlamentarios le otorgamos al Gobierno una fortaleza política esencial al firmar el documento de bases en junio del año pasado. En la oposición hicimos nuestra parte con altura de miras, pero mucho nos tememos en Ciudadanos que el Ejecutivo no haya hecho la suya.

Esta diputada lleva desde el primer día que habló en la Junta General pidiendo a la consejera que analice los costes de los servicios públicos. Pero la contabilidad analítica sigue sin desplegarse; ni siquiera el análisis presupuestario y económico de detalle acaba de alcanzar un desarrollo adecuado.

Es difícil parecer un Ejecutivo serio, responsable y eficaz en el manejo del dinero público si uno llega a negociar sin una previsión ajustada del incremento futuro del gasto y sin un programa para reducir costes o mejorar la eficiencia a medio plazo. Por eso, hemos pedido reiteradamente que se promuevan auditorías y evaluaciones de aspectos tanto financieros, como no financieros de la gestión; que se impulse un cambio de mentalidad hacia un modelo más gerencial y menos despilfarrador.

El Gobierno del Principado debe acudir al Consejo de Política Fiscal con los deberes hechos y entre ellos, tampoco estaría mal un proyecto de reforma de los tributos propios y cedidos, que los haga más modernos, más eficaces y sencillos, más justos, más bajos.

Los prestidigitadores de la palabra pueden confundirnos. Hoy conviene aplicar la duda razonable de que la verdadera negociación de la financiación autonómica, e incluso del reparto de los fondos “Next Generation EU”, esté teniendo lugar entre bastidores, fuera de ese claroscuro escenario donde se interpreta un teatro de sombras. Hay quien no aparta nunca la mano de la cartera, por mucho que hable de sentimientos y aplauda el espectáculo.

Por eso, como me dijo una vez un histórico líder socialista: “Toca calcular la financiación autonómica, ya llevamos muchos años negociándola”. Que la consejera de Hacienda haga números sobre lo sólido y se cuide de caer en otras trampas.

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