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Martín Caicoya

En sus puestos

Los mecanismos biológicos de los grandes deportistas

En sus puestos, apoyadas las plantas de los pies en los starter bloks, una rodilla en tierra, los atletas aguardan tensos el disparo. No hay tiempo para que el cerebro dicte la orden de salir, es un reflejo. Los músculos se contraen con la máxima potencia y salen despedidos a una velocidad ya inalcanzable para el común de los humanos. En esos primeros segundos, quizá dos o tres, los músculos pueden contraerse gracias a la energía acumulada en el ATP que tienen las células para esas emergencias. Es poca porque pesa mucho. Como en los automóviles, no está resuelto el sistema de guardar energía disponible inmediatamente. Es suficiente: consigue que en cada célula muscular, en cada fibra, las proteína de actina se deslice sobre la de miosina. Son los filamentos: torres de actina alternando con torres de miosina. Todo ocurre cuando las recorre una corriente eléctrica. Lo mismo que la contracción cardiaca, o la actividad neuronal. Motores híbridos. En los primeros segundos no hay combustión. Cuando ya se ha vaciado el músculo de ATP y necesita urgentemente más. No queda otro remedio que fermentar la glucosa que tiene el músculo de reserva. Es muy ineficiente, apenas obtiene energía, se gasta mucha glucosa, no importa, es suficiente para generar unos pocos ATP y que la actina se deslice sobre la miosina, unas veces acortando el músculo, el que hace la fuerza, otras alargándolo, el que se opone: son los antagonistas. Cuando cruza la meta en su sangre hay ácido láctico, el subproducto de la fermentación de la glucosa. No es mucho, pero no es conveniente tenerlo: acidifica la sangre y los tejidos. Hay que metabolizarlo para aprovechar toda esa energía residual en los enlaces de carbono. Es el metabolismo aeróbico. El atleta respira profundamente. Está resolviendo el desarreglo metabólico.

Durante esos 10 segundos, o los casi 40 segundos del cuatrocientos, todo el metabolismo fue anaerobio: los primeros segundos anaeróbico aláctico, porque aprovecha el ATP almacenado; desde entonces anaeróbico láctico. En esas contracciones solo participan las fibras que no saben quemar los combustibles orgánicos : los hidratos de carbono, grasas, proteínas y también el alcohol que al fin y al cabo es un compuesto de carbono hidrógeno y oxígeno como los otros. Excepto las proteínas que también tiene nitrógeno.

Las fibras musculares que pueden quemar oxígeno se caracterizan por recibir mucha sangre, son más rojas, y tener muchas mitocondrias. Allí, en esas células residuales se produce el milagro de la combustión interna. Entonces se obtiene toda la energía de la glucosa, y de los ácidos grasos. Se descompone hasta que solo quede CO2 y agua. Es una suerte necesaria no producir otros residuos como el nitrógeno, azufre, ni partículas, que es lo que ocurre cuando quemamos combustibles fósiles. De no haber desarrollado este sistema tendríamos que tener toda una organización para deshacerse de los residuos. Ya tuvimos que resolver el problema del nitrógeno, imposible de expulsar por la respiración. Hubo que inventar el sistema urinario. Pero no basta. Antes hay que crear la urea y eso lo sabe hacer el hígado.

Los atletas están de pie, amontonados en la pista, esperan el disparo. El espectador los compara con los velocistas tan fornidos, brazos de boxeador, piernas de futbolistas, cuellos de levantador de pesas, sin embargo estos son delgados, muslos y piernas finas, brazos casi esqueléticos. Apenas necesitan músculo de fuerza, su carrera depende de los músculos de resistencia, los que son capaces de quemar mucha glucosa, o grasa, para mantener mucho tiempo el ejercicio. El velocista hace pesas para agrandar cada una de sus fibras musculares, para que contengan más miofilamentos, más proteínas actina que se deslicen sobre la miosina y consigan una contracción potente que lo lance adelante, a gran velocidad. De ahí ese aspecto fornido. El fondista necesita tener muchas calderas, que las células residuales que habitan en cada fibra muscular se reproduzcan, ellas tienen su ADN, es bien sabido, el ADN mitocondrial que se hereda de la madre. La demanda muscular aeróbica estimula la duplicación del ADN para que la célula se reproduzca. Y ese mismo estímulo, que es la falta de oxígeno, estimula la creación de vasos sanguíneos: llegará más sangre, más oxígeno.

Todos tenemos fibras de los dos tipos, en cada músculo, en diferentes proporciones dependiendo del tipo de músculo, en diferentes proporciones dependiendo de la genética y el desarrollo. Necesitamos todos los tipos de obtención de energía y todos los tipos de fibras musculares. En el ambiente primitivo, dependíamos de la capacidad de acechar y de huir: metabolismo anaeróbico. Y parece ser que cazábamos por agotamiento de la presa: metabolismo aeróbico. Muy esquemáticamente: los arranques de Romario, como ausente en el área, casi meditabundo, era la explosión anaeróbica aláctica. Como la del portero que se lanza, elástico y potente, a parar el balón. Otros recorren el campo incansables: aeróbica. O arrancan para recibir un pase a 40 metros: anaeróbica láctica.

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