Los coches enfilan otra vez La Espina para llegar a Tineo. Los vecinos del valle del Navia enarbolan las pancartas para que les adecenten la infame carretera tercermundista que conecta Grandas de Salime con la autovía y la costa. La rebelión de los usuarios prende con fuerza en demanda de más médicos y medios para el Hospital de Jarrio. Como si lo hubieran introducido en una máquina del tiempo para regresar al pasado, el Occidente estalla porque después de lo peleado en la conquista de equipamientos esenciales e infraestructuras modernas vuelve incomprensiblemente a la casilla de salida. En el Oriente no hay revuelta, pero sí una lista parecida de agravios. Son los gritos del hartazgo, pero no los de la desesperanza: las alas tienen futuro siempre que compitan en igualdad de trato y oportunidades.

La vertebración territorial de Asturias quedó a medias. En los inicios del Gobierno autonómico, pronto hará cuarenta años, recibió un fuerte impulso reequilibrador. Era la época en que algunas zonas del Occidente podían asimilarse a Las Hurdes, paradigma del atraso y la decadencia de la España subdesarrollada. Cuantiosos gastos en servicios básicos y experimentos exitosos como el del turismo rural iniciado en Taramundi y Peñamellera Alta, o el parque natural de Somiedo y el nacional de los Picos empezaron a corregir esa injusta desigualdad. Luego, la apuesta se estancó.

Los datos de renta familiar disponible por concejos son un perfecto mapa de los altibajos en esta evolución. Entre 1980 y 2018, hasta diez municipios occidentales y cuatro orientales fueron rotando en las últimas posiciones y únicamente dos pudieron colarse entre los más pujantes: Degaña, en 2000, probablemente más por el efecto redistribuidor de las pensiones mineras que por el incremento de la actividad, y Navia, en 2018, un vergel laboral por la coincidencia de los astilleros, la papelera, la industria agroalimentaria y el cercano hospital. A trancas y barrancas, los concejos de las alas prosperaron y recortaron distancias con el pelotón de cabeza de la riqueza. Lo significativo es que ahora han dejado de hacerlo.

La autovía del Suroccidente lleva 20 años en obras y aún no ha completado la primera calzada. A este ritmo, cuando concluya, recorrerá un desierto o quedará desfasada. Con estupor los asturianos comprueban los prematuros achaques que la incapacitan sin ni siquiera estrenarse en su totalidad. Emprender en estas condiciones, con el eje principal de comunicación roto y retornando a curvas y rampas en el olvido, tiene algo de heroicidad. Cae la facturación de las empresas, que pierden mucho dinero y ocasiones de negocio por los rodeos, y resurgen en los vecinos las peores pesadillas de la pérdida de tiempo y la peligrosidad.

Al otro lado, no hay que confundir el silencio actual de los tambores de guerra con la ausencia de inconvenientes. La salida a la Meseta por el Pontón desde Cangas de Onís está reparada en la parte leonesa y destrozada en la asturiana. El Hospital de Arriondas, construido en suelo inundable, sigue sin recibir protección contra las avenidas del Piloña a pesar de que, como mínimo, una vez por legislatura algún gobernante anuncia a bombo y platillo una escollera. Y ese importante nexo de unión entre Covadonga y Santo Toribio de Liébana a través del desfiladero de la Hermida duerme en el limbo de la burocracia y los líos judiciales.

De los 23 municipios en riesgo de desaparecer por el desplome demográfico y el retroceso de su economía, 18 están en los extremos de la región, según un reciente informe del Banco de España. Sin puestos de trabajo ni modo de sustento la población emigra. Sin habitantes menguan los servicios y los proyectos públicos. Sin prestaciones de calidad ni infraestructuras disminuyen las posibilidades de atraer inversores y generar empleos atractivos. Y vuelta al principio. Este es el círculo vicioso al que conduce la dejación. Una buena noticia: no estamos ante una tragedia irreversible. Abundan recursos durmientes en espera de políticas adecuadas que los despierten. No corresponde a un Gobierno decidir dónde residen los ciudadanos. Sí facilitarles la vida en el lugar en el que se encuentren.

Los asturianos orientales y occidentales pagan una larga sucesión de promesas incumplidas, vana palabrería y falta de ideas para sus comarcas con visión regional. Las hubo en alguna época, pero quedaron congeladas con el transcurrir del tiempo o difuminadas en el papel. Dejó escrito un presidente que mimó ambas circunscripciones que el Principado solo adquiere grandeza cuando se libra del discurso de lo viejo. Entendido lo viejo como un bálsamo hecho de manías e historias tópicas con efectos narcotizantes. Constituye un lugar común muy difundido imaginar este solar como un ave que necesita batir las alas para remontar. Recordarlo hoy aquí para nada significa aferrarse a los alegatos de siempre o justificarse con la sedación del victimismo porque no existe mayor verdad que esa: Asturias jamás podrá volar si vuelve a descuidar sus alas.