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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

Turismo de Luna

Jeff Bezos.

El turismo español está muy pegado a la tierra y es mayoritariamente de sol y lo que se ensaya es el turismo despegado al espacio y, mayoritariamente, de Luna. Actualmente, el turismo espacial no es gran cosa, pero piénsese que el cine empezó siendo una atracción de feria (y ha hecho falta un siglo de arte para que vuelva a serlo con las películas de superhéroes).

Hay más alegría con los logros de la nueva carrera espacial entre los apóstoles del liberalismo que entre los científicos. Que los milmillonarios igualen a los estados excita a los liberales. Entre el poder de los magnates en Estados Unidos y la fuerza de mangantes como los cárteles en México o el Koki en Venezuela, el Estado queda en nada.

La nave del empresario Jeff Bezos ha logrado subir a 100 kilómetros y bajar, lo que es diez veces más que un avión y mil más que la atracción más alta del Parque Warner de Madrid. El viaje permite ver la Tierra en el espacio, como vemos la Luna. El globo terráqueo inspirará poemas –como hizo la Luna– en cuanto los precios se popularicen y en vez de prosaicos multimillonarios puedan viajar míseros poetas. Se prevé que los 250.000 dólares que cuesta el billete espacial privado –ida y vuelta– sean 10 veces menos en 20 años. Quizá en 40 años por 2.500 dólares se pueda hacer un crucero a una estación espacial con cena romántica y vistas a la Tierra, aunque no es previsible que actúe Tom Jones. Quizá en medio siglo haya vacaciones orbitales low-cost que atraigan a los practicantes de balconing espacial. Por ahora, es turismo de gama alta, que aspira a la desestacionalidad de las estaciones espaciales, que gozan del mismo tiempo todo el año. Hace años, la gastronomía espacial eran pastillas y papillas, ahora hay cocina liofilizada, alimentos termoestabilizados, ionizados, deshidratados, congelados, frutas secas y bebidas en polvo. Habrá que ver cómo evoluciona cuando los chefs galácticos de la alta cocina y las facturas estratosféricas creen los menús del futuro en esos fogones que ya tienen más de laboratorios de la NASA que de casa de la abuela.

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