El núcleo nacionalista es su absolutismo: la independencia es un bien absoluto, que precede a todos no solo por su bondad intrínseca sino por su poder medicinal para dispensar otros bienes. Una fe tan sencilla como eficaz, cuyo discurso unificante margina otras contradicciones (lucha de clases, lucha ambiental, luchas locales) que consumen fuerzas. Es por ello esencial romper esa quimera unificadora que ha llegado a envolver a buena parte de los catalanes, ayudando a que renazcan las contradicciones propias de una sociedad moderna. La ampliación del Prat es una gran ocasión para que se desarrolle allí un conflicto real, cruzado por una línea de corte tan afilada y actual como la climática. Aunque al final no se haga, abortarlo a toda prisa, sin dar tiempo a que los catalanes se fajen de nuevo con la realidad, sería un error que el Gobierno debe corregir cuanto antes.
