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Pablo Álvarez

Atención primaria: se acabaron las excusas

La necesidad perentoria de que los centros de salud vuelvan a cumplir la función que tienen asignada

La inminente llegada del otoño nos promete unos niveles muy aceptables de retorno a la normalidad tras 19 meses de pandemia de coronavirus. Acaban de ser indultadas las barras de los bares. El ocio nocturno vuelve a ser realmente nocturno. Las limitaciones de aforo se relajan. Las palomitas regresan a los cines...

Por otra parte, este verano hemos viajado en avión, en tren, en autobús, en metro... En compartimentos con mucha gente y sin distancias. Y nunca, en todo el proceso pandémico, hemos dejado de acudir al supermercado o a la farmacia.

Y, sin embargo, un volumen apreciable de la población continúa topándose con dificultades para fijar una cita presencial con su médico de cabecera. ¿Qué está sucediendo con los centros de salud, se pregunta mucha gente? Seguramente varias cosas a la vez y, desde luego, no solo en Asturias. Teléfonos colapsados, exceso de burocracia, políticos incompetentes, sanitarios pasivos... Empezar a enumerar y analizar causas provocaría una controversia muy notable. La interpretación de cada hecho origina encendidas polémicas y enfados de muchos kilovatios. Y no digamos si nos ponemos a buscar responsables. En consecuencia, quizá lo más inteligente sea no mirar al pasado y ni siquiera al presente, sino al futuro. Pero al futuro inmediato.

¿Y qué cabe decir sobre el futuro inmediato? Primera y principal respuesta: que los ciudadanos reclaman una red de atención primaria que dé respuesta a sus problemas de salud de entidad leve o intermedia en un periodo de 24 o 48 horas. Sin ese requisito (flexible según épocas y circunstancias, por supuesto), ni hay atención primaria ni se justifican su existencia y su coste.

Desde el inicio de la pandemia, la percepción de una porción de la población coincide en que la respuesta de los centros de salud es insuficiente. Esta visión va por barrios, pero existe, está extendida y parece deseable que no se convierta en un problema crónico.

Con lo cual, la demanda social se resume en que la red de atención primaria recobre la solvencia anterior a la pandemia. Como ya la recobró, hace más de un año, la atención hospitalaria, incluidas las consultas externas.

Ciertamente, hay cosas que no volverán a ser iguales. Por ejemplo, existe un sector de la población que se encuentra muy cómodo con las consultas a través del teléfono, lo que contribuirá a descargar las salas de espera y a acortar el tiempo dedicado por los sanitarios (ya sabemos que hay conversaciones telefónicas largas, pero lo normal es que duren menos que una cita presencial). De otro lado, los médicos de familia tienen razón en quejarse de los denominados “hiperfrecuentadores” (los que disfrutan yendo al médico salvo que una enfermedad se lo impida). Es de esperar que una parte de ellos permanezcan atrincherados en sus casas por miedo al contagio. Y no estaría de más buscar medidas que limiten sus visitas.

Ítem más: el personal sanitario está vacunado desde hace mucho tiempo, y los pacientes desde hace menos, pero también lo están. ¿Qué mas cosas han de suceder para que la atención primaria vuelva a cumplir la función que tiene asignada?

No queda más que instar a las autoridades y a los profesionales sanitarios a que se sienten, se pongan de acuerdo y, de manera inmediata, los centros de salud pasen a ser una fuente de salud y no de indignación. Nadie entendería que, ante el covid, se considerase más segura la barra de un bar que la consulta del médico de cabecera. Hay veces en que las excusas se acaban. Y en esta cuestión se han acabado.

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