La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jonás Fernández

Un discurso plano de la presidenta

El debate sobre el estado de la Unión

Un año más, el curso político europeo se ha iniciado formalmente con el debate sobre el Estado de la Unión que ayer mantuvo el Parlamento con la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. Aun cuando la Comisión se presentaba a este intercambio de opiniones con los diputados después de un año razonablemente positivo para la Unión, el discurso de su presidenta no logró tejer una agenda de gobierno para los próximos meses.

En este último curso político, la Unión logró cerrar definitivamente el capítulo del Brexit con un buen acuerdo final que culmina también un largo camino de negociaciones donde la Unión se mantuvo unida y firme. El Reino Unido debió cambiar a su negociador hasta en tres ocasiones, y parece que quiere reabrir las negociaciones por el encaje final para garantizar los Acuerdos de Viernes Santo en Irlanda del Norte y la consecución del propio Brexit. Es evidente que al otro lado del Canal de la Mancha la satisfacción con el tratado final es mucho menor que en la Europa continental. A su vez, la apuesta de la Comisión para centralizar la compra de vacunas, yendo más allá de sus propias competencias delimitadas en los Tratados, ha sido un éxito. Después de las incertidumbres de inicios de año, todo el proceso de vacunación ha sido muy positivo, y la Unión ofrece tasas de cobertura muy por encima de nuestros socios. Y, por último, la implementación del programa de inversión europea, el Next Generation EU, avanza a muy buen ritmo. Las emisiones de la nueva deuda comunitaria están teniendo una demanda extraordinaria, los países están recibiendo ya la financiación, y los programas de Hungría y Polonia están paralizados ante su reducido compromiso con la independencia del Poder Judicial y las campañas de los gobiernos de estos Estados contra las mujeres o las personas LGTBI.

Aparte de estos éxitos, también es cierto que sigue habiendo notables “debes” en la cuenta de la Comisión. Por una parte, su propuesta de reforma migratoria, que es excesivamente “securitaria” y se encuentra aún muy alejada de la aproximación solidaria que defendemos los progresistas, sigue atascada en el Consejo. Basta el ejemplo reciente ante la victoria de los talibanes en Afganistán y la reacción de los Estados europeos ante una posible llegada de refugiados, más allá de la entrada del personal afgano que ha venido colaborando con Europa (cuya salida logística ha sido liderada, por cierto, por España), para evidenciar la ausencia de una perspectiva humanitaria más acentuada. Por otra parte, y sobre el mismo tema, seguimos también percibiendo la ausencia de una política exterior común aún a pesar de los esfuerzos del Alto Representante Josep Borrell en un entorno de responsables nacionales con poco apetito europeísta. La estrategia conjunta ante Rusia o China o en torno al despliegue de mayor ambición en defensa mantienen la misma tónica.

Asimismo, hay debates centrales que protagonizarán las discusiones europeas en los próximos meses que han sobrevolado el debate pero que no encontraron una respuesta certera. La ausencia de una guía clara para la revisión pendiente del Pacto de Estabilidad y Crecimiento o la creación de una nueva cesta de impuestos comunitarios, que bloquee las vías de elusión fiscal y reestablezca una mayor justicia tributaria, son ejemplos de esa cierta vacuidad del discurso de Ursula von der Leyen. Además, la negociación que se abre en torno al Fit for 55, el paquete legislativo para reducir las emisiones un 55 por ciento en 2030, podría haber invitado a una reflexión más detenida que entrara en algunos asuntos delicados como el incremento de los costes energéticos y los mecanismos de compensación.

Buscando los aspectos más positivos, la presidenta de la Comisión ha anunciado una nueva regulación comunitaria sobre la violencia contra las mujeres, la ampliación de las donaciones de vacunas para terceros en 200 millones de dosis -casi el doble de lo acordado hasta ahora-, la puesta en marcha de un programa similar al Erasmus para trabajadores, un nueva ley europea para evitar los problemas de suministro en instrumentos electrónicos y digitales (pensando en los problemas de provisión de microprocesadores) y otra propuesta legislativa sobre ciberseguridad, si bien en este área propuso también eliminar el IVA a los insumos militares producidos en Europa, una propuesta con difícil encaje en la Organización Mundial de Comercio, entre otros problemas.

En fin, a la vista de la buena evolución de la Unión en este último año, gracias también al impulso de la propia Ursula von de Leyen, yo esperaba un discurso con algo más de profundidad y una agenda más definida de nuevas propuestas. Hay quien dice que las próximas elecciones alemanas y la campaña de estos días hacían contraproducentes declaraciones más nítidas en algunos temas. Quizá tengan la razón. Pero también es cierto que Ursula von der Leyen ha venido ejerciendo un liderazgo demasiado centralizado en torno a ella en la Comisión, aminorando al carácter colegiado del Ejecutivo comunitario. Ya he hablado sobre ello en esta columna en otras ocasiones, y la presidenta del grupo socialista europeo, Iratxe García, también abordó esta cuestión en una réplica ponderada y afilada. Probablemente ese modelo de gestión haya sido acertado ante las crisis profundas de estos dos años, pero ahora que las cosas parecen normalizarse, sería bueno orquestar el trabajo de la Comisión con un marco más abierto que permita la emersión de nuevas ideas y proyectos.

Compartir el artículo

stats