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JC Herrero

Peces

Ni medio, ni ambiente: la destrucción del Mar Menor

“¡Chanquete ha muerto!” hubiera sido el titular sugerente para abordar la crónica de este mar premuerto, que no menor. Murcia no gana para sustos: cuando no hay sismos le llega una moción de censura, cuando no la crisis eutrófica, sedimentos y un conglomerado de nutrientes que asfixian la fauna de su Mar Menor, fenómeno achacable tanto a la actividad humana como al envejecimiento de la propia laguna, no es el Mediterráneo, pero el Mar Menor se hace mayor, la calor de Alberti hace estragos. Él no hablaba de cambio climático hablaba de equivocación; se extrae el agua de mar y rechazan el de lluvia, sobra.

También doña Carmen Conde, cartagenera de pro, le cantó al Mar Menor “quisiera yo ser eterna, solo por verte” allá por 1959, pero la poetisa no presagiaba que el mar tenía su mismo deseo, ser eterno. No pinta bien, en esa albufera hubo tiempos de secano, no de regadío, de terrazas que contenían el agua, no la actual pendiente y escorrentía que favorece, por lo visto, su confluencia a la laguna cargada de nitrógeno, fósforo y lo que le echemos. Algún ilusionista quiere encauzar los vertidos al Mediterráneo, esto es de telediario pero también de juzgado de guardia. Son capaces de recortar la manga. ¡Hala, al Mediterráneo!

Medioambiental seguro que no, pero no es ni medio normal escuchar las soluciones que dan los políticos –¡a buenas horas mangas verdes!– después del pecicidio, de tanto cardumen asfixiado. Previo a la no declaración de catástrofe ambiental ya olía mal, disculpen la disonancia gramatical, pero la eutrofización también se da por procesos de envejecimiento de los ecosistemas, que no es el caso. Los turistas, que esa es otra, no se van. Somos capaces de poner la hamaca encima del pescado frito, ya lo hemos hecho en otras latitudes sin dejar de tomar el sol mientras las pateras arribaban con inmigrantes exhaustos, sino cadáveres, pocos se inmutaban cara al sol. ¡Qué cosa!

Gobiernos regional y nacional se reparten culpas como tortas, cuando lo que necesitamos son soluciones, y ésta está en frenar los vertidos de toda clase y condición. Con la aplicación de la Ley de Protección Civil en mano un incendio forestal es una catástrofe, pero la inhumación de cinco toneladas de peces, al cambio las de nitrato que entran a diario al estanque, no se diagnostica como catástrofe ambiental. El gobierno de la nación aduce que el mar lleva tiempo agonizando, esa es la excusa, y que Murcia no lo reanima. La pregunta es: ¿a ver quién pone los cuartos para remediar la catástrofe?, o sea, la “gallina”, vaya, el nitrato que entra por los peces que salen. Las verduras, pese a todo, llegarán a los mercados capaces de ponerles el prefijo de ver para creer.

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