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El Club de los Viernes

Miradas impúdicas

La democracia liberal

Hay quien piensa que la libertad consiste en decir lo que te apetece cuando te apetece. Por ejemplo: “Menudo gilipollas”. Ni así lo entenderá. Hay quien cree que ser demócrata consiste en ser de izquierdas para todo, porque todo lo demás es fascismo: oficialidad o fascismo, leyes de género o fascismo, memoria histórica o fascismo, público o fascismo, impuestos o fascismo, animalismo o fascismo, renovables o fascismo, aborto o fascismo, autonomías o fascismo... E incluso hay quien cree que cuando los que roban son “los suyos” el robo tiene menos importancia.

Nada de lo anterior sería preocupante si la sociedad estuviera preparada para detectar las políticas totalitarias y, en consecuencia, rechazarlas, pero son muchos los que creen aún que los políticos están para mejorar la vida de los ciudadanos, cuando en una democracia de calidad, los políticos deberían estar para vigilar que la política interfiera lo menos posible en nuestras vidas.

Por eso, cuando alguien así llega a diputado (increíble pero cierto) no contentos con aumentar escandalosamente su patrimonio, nos dan titulares como los de estos últimos días. Porque al final, para esta gente, siempre todo se resume en lo mismo: imponer lo que ellos consideren oportuno a la totalidad de la población, creando falsos derechos o discriminaciones que anulan derechos de terceros y los colocan en situaciones de desamparo político, educativo o judicial. En definitiva, atentan contra la base de la democracia liberal, fragmentando la sociedad en guetos legales que nos hacen distintos ante la ley.

La semana ha estado entretenida pues a los confinamientos ilegales se ha unido ahora el también ilegal cierre del Congreso, pero todavía no hemos visto a nadie asumir responsabilidades, por aquello de que seguramente dimitir les suene a ruso y que, por supuesto, el Tribunal Constitucional es fascista.

En su huida hacia adelante la ministra Montero ha pedido que tengan sanción penal las miradas impúdicas (a cualquier persona normal esto le parece un chiste) y otra serie de medidas que hacen que un catecismo parezca un libro pecaminoso. Por su lado, la ministra Belarra no ha querido quedarse atrás y anunció que cualquier promoción inmobiliaria que se desarrolle en España deberá dejar un 30% de sus viviendas para asuntos sociales, además de la intervención del mercado de las viviendas de alquiler (lo que siempre supone un encarecimiento de las mismas y una bajada de la oferta). Y para rematar anuncia que será obligatoria una capacitación para tener perro, obviamente pasando primero por la caja de los impuestos. Curiosamente nadie propone una capacitación para ser diputado. A la vista esta. ¿No será necesaria esa capacitación para otros animales? ¿O para tener hijos o pareja? Capaces son.

Estoy expectante imaginando que nueva norma anunciará la vicepresidente Yolanda Díaz (la heredera por designación de él, el hombre), para competir con las de sus dos compañeras. O quizás ya excompañeras, pues mantiene abierta la posibilidad de presentarse por libre, al margen del partido, y esto les ha puesto muy nerviosos, porque nadie descarta elecciones antes de tiempo.

Y mientras nos distraen con sus luchas internas, ocurrencias infantiles y comidas de plátanos canarios para la galería, España sigue su deriva, sin capitán ni tripulación, en manos de piratas que la saquean y hunden. Se sienten cómodos y seguros, sin miradas impúdicas, gracias a la complicidad silenciosa de los que esperan entre aplausos heredar los restos del barco y de los que reciben por sus informativos publicitarios parte del botín. Pero más pronto que tarde, España resurgirá, y los que la han llevado a esta situación (de pensamiento, palabra, obra u omisión) puede que encuentren para ellos lo que las redes sociales atribuyen a Vargas Llosa: la abundancia de Venezuela, el salario de Cuba, la justicia de China y la libertad de Corea del Norte.

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