La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / Música

Jonathan Mallada Álvarez

Aire fresco

El aliento de Pacho Flores fue el soplo de vida necesario para insuflar a los Conciertos del Auditorio el inicio deseado. Sin restricciones de aforo y con programas de mano, la pandemia pareció el sábado, salvo por las mascarillas, un mal sueño.

El concierto empezaba de la mejor manera posible, con “Amanecer en Bonngasse”, la obertura inédita de Guillermo Martínez. Debemos valorar la apuesta por los estrenos, porque suponen un acto de compromiso y valentía, máxime si se trata de compositores de la tierra. La obra de Martínez, en la que se conjugan un buen trabajo orquestal con la expresividad de los pasajes reservados a los instrumentos concertantes, estuvo ejecutada con mimo por la OFIL. Una relectura muy particular del genio de Bonn con un lenguaje evocador y de cierta inspiración (como el efectista desenlace), de tintes cinematográficos por momentos.

El “Concierto para trompeta y orquesta en mi bemol mayor” de Haydn ya presentó al protagonista de la velada (Pacho Flores) y dejó un contraste de gran belleza entre el sonido homogéneo de las cuerdas y el timbre de las diferentes trompetas empleadas por Flores, quien se lució en la imponente cadenza del Allegro inicial. Bien arropado por la OFIL, con unos balances equilibrados y un fraseo siempre muy aseado, Pacho supo aportar a cada una de sus intervenciones una calidez extraordinaria, exhibiendo su poderoso fiato que le permite lograr unas inverosímiles articulaciones.

El punto culminante de la noche llegó de la mano de otro estreno, en este caso, del compositor D. Freiberg con su Concierto para trompeta y orquesta “Historias de Flores y Tangos”. A lo largo de sus dos movimientos se percibió a un Pacho Flores desatado y enérgico que lució siempre una emisión pulcra, superando en volumen a una orquesta nutrida, y disfrutando casi tanto como el público con los ritmos sincopados y el carácter fresco y jovial de la obra. Toda esta viveza explotó en “Tanguero”, donde los juegos con el color y la sonoridad de unas trompetas siempre atractivas y bien timbradas parecían modificar por completo la textura de la pieza estrenada en la que Flores volcó toda su técnica y saber hacer. La OFIL, junto con el propio compositor al piano y Flores a la trompeta, ejecutaron un lírico y sutil “Revirado”, de Astor Piazzolla, a modo de propina.

En la segunda parte, reservada para la “Sinfonía número 1 en fa menor” de Shostakóvich, la OFIL dejó una interpretación notable merced a unas maderas dulces y una cuerda comandada por Rolanda Ginkute con mucho tino. Lucas Macías mantuvo la línea habitual. Su dirección plástica y su total entendimiento con la orquesta quedó de manifiesto en unas dinámicas bien trazadas y en una agrupación ensamblada adecuadamente, donde la profundidad y la plenitud sonora, no impidieron a la formación ovetense matizar con acierto las frases compuestas por el maestro ruso. Una inauguración de temporada más que prometedora con dos estrenos que fueron todo un guiño a la nueva normalidad y un soplo de aire fresco.

Compartir el artículo

stats