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Antonio Trevín

Asturias en el final de ETA

Los atentados de 2004 y las reparaciones pendientes

ETA dejó de matar hace diez años, pero el proceso que llevó a la banda terrorista a abandonar la violencia empezó en 2004. Asturias fue protagonista en aquel tiempo.

El 1 de agosto de 2004 hacía tres meses que ocupaba el despacho del Delegado del Gobierno en Asturias. Los tres atentados etarras, con bombas pero sin víctimas, en Ribadesella, Gijón y Llanes, en aquel mes, constituyeron mi “bautismo de fuego” como responsable de la seguridad asturiana.

El 7 de agosto, día de las Piraguas, colocaron la primera. La explosión se produjo en una Ribadesella abarrotada, con miles de visitantes en sus calles y cientos de piragüistas en el Sella. La rápida y eficaz intervención de la Guardia Civil impidió que se produjeran daños personales.

El 12 de agosto nuevo aviso. El artefacto explosivo estalló en Gijón junto al Bellavista. Un gijonés se llevó el susto de su vida. Tres días después el sobresalto correspondió a un teniente, a un guardia civil y a mi mismo. Avisaron que el artefacto estaba en Llanes, en los Cubos de Ibarrola, pero lo colocaron donde hoy está el carro de varada, a cientos de metros de lo indicado y a pocos de donde, los tres, estábamos situados. Por estas mismas fechas estallaron tres artefactos en Cantabria: en San Vicente de la Barquera, Santander y Santillana del Mar. Y otros dos en Galicia: en Sanxenxo y Santiago de Compostela. No causaron víctimas mortales, pero si heridos leves.

Con esta exhibición de “capacidad operativa”, los terroristas pretendían abrir una negociación con el gobierno del Presidente Zapatero. Alfredo Pérez Rubalcaba, portavoz parlamentario del PSOE y representante socialista en el pacto antiterrorista era cántabro y estaba veraneando en Llanes. Pepe Blanco, al frente del PSOE en Ferraz, lo hacía en Galicia. Los execrables atentados buscaban llamar la atención de ambos.

Para ejecutarlos, se requería apoyo local. Luis Ángel Vega, en un brillante “El verano de las bombas en Asturias”, escribió en LA NUEVA ESPAÑA: “La policía detectó la existencia de un grupo de asturianos(…), entrenados por ETA. Pertenecían al mundo del radicalismo de izquierda, con contactos con partidos como Andecha Astur o la Corriente Sindical de Izquierdas”.

El pasado lunes el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, mostró “pesar y dolor por el sufrimiento padecido” por las víctimas de ETA, afirmando que “nunca debió haberse producido”. Repudio, como la Ministra Portavoz, el mensaje al constatar que “es un paso insuficiente, deberían pedir perdón y pasar de las palabras a los hechos”. Fue solamente un primer e imprescindible avance, de lo mucho que le deben a sus víctimas.

Entre ellas los veintisiete asturianos asesinados por la organización terrorista, según la AVT. Ellas exigen una condena sin paliativo de la violencia etarra, por parte de quienes, en Asturias, apoyaron a HB, Bildu y/o otras fuerzas de la izquierda abertzale. Además de una sincera petición de perdón y su colaboración para esclarecer investigaciones aún abiertas.

No debemos permitir la tentación de olvidar el drama etarra vivido, ni soslayar que el terrorismo nunca tuvo justificación. Y el mundo terrorista recordar que la sentencia de Bogart en Casablanca, la comparten la inmensa mayoría de españoles: ”Si me tomara la molestia de pensar en ti, probablemente te despreciaría”.

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