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Juan Soto Ivars

El psicoanálisis etarra de Jon Viar

El documental “Traidores”

A caballo entre el “Nobody’s Business” de Alan Berliner y “Patria” está el documental “Traidores”, de Jon Viar: una de las mejores películas posibles, imaginables, sobre ETA. Son muchas las virtudes de esa hora y media repleta de recursos narrativos audaces e imágenes extrañamente conmovedoras, pero hay una que la distingue del resto: Viar no se limita a repetir la historia, bien conocida y documentada, ni aporta hechos novedosos o desconocidos, sino que propone un enfoque original, el del psicoanálisis, para hilvanar los testimonios. Profundiza así en grutas imposibles para cualquier otro cineasta.

“Traidores” no es una historia de los otros, ni de la sociedad vasca a vuelo de pájaro, sino del propio cineasta y su familia. Iñaki Viar, el padre de Jon, fue miembro de la primera ETA. Tras su paso de ocho años por la cárcel con una condena de 20 al ser descubierto como autor de la colocación de una bomba en la Bolsa de Bilbao, que no explotó, Iñaki se hizo psicoanalista. Y como psicoanalista lo conoció Jon, aficionado al cine desde niño, hasta descubrir que su padre admirado tenía un pasado oscuro y terrorista. La epifanía, unida al influjo de la profesión del padre, aporta esa resplandeciente óptica que distingue “Traidores” de otros documentales.

Desde la primera escena empieza Viar a matar al padre, que es el trabajo freudiano necesario para restituirlo. Lo vemos ponerse una máscara ominosa a través de la cual, como en el teatro griego, oiremos su pasado. A continuación se explaya Viar hijo en este ejercicio de introspección dirigido a sí mismo, y también a miembros de la primera ETA como Juaristi, Azurmendi, Uriarte o su padre. Estos hombres son los traidores que dan nombre a la película. Traidores para la organización terrorista, para el nacionalismo vasco y para la Arcadia tenebrosa, como los son todos los paraísos, que ambas fuerzas trataron de imponer en Euskadi.

Desde muy niño, Viar tenía intención de ser director de cine. Lo acredita su testimonio y lo acreditan también las viejas imágenes de videocámara que salpican “Traidores”. Una y otra vez vemos al niño disfrazado de etarra pegando tiros en la cabeza a sus amigos, sublimaciones terribles que hablan del trauma larvado. Esas pistolas, que transpiraban en la vida de los vascos, quedan exorcizadas al final de “Traidores”. La película está disponible de manera gratuita en la web de RTVE. No os la perdáis.

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