La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María Ruilópez

Con dos pistolas

El trágico suceso con Alec Baldwin de protagonista ha puesto en el punto de mira al cine del Oeste

Desde que el actor Alec Baldwin protagonizara un lamentable accidente en el que fallecía Halyna Hutchins directora de fotografía de la película “Rust” por un disparo fortuito de aquél, el cine del Oeste está en discusión. Los protocolos de seguridad en las películas de acción son diferentes en los EE UU y en España. Allí, las armas son casi como un utensilio de cocina. El que más el que menos tiene una colgada en su pared por si acaso. Y en el cine se manipulan pistolas capaces de matar, como en el hecho citado.

Mi generación creció viendo películas del Oeste que se exhibían tan solo semanas después del estreno en Norteamérica. Era cuando había cines en casi todos los pueblos de España. En Teverga estaba el cine Sobia, que regentaba mi familia materna en Entrago. Hoy local ocupado por una pulpería. Recuerdo haber visto allí “Río Rojo”, “Río Bravo”, “Solo ante el peligro”. La españolísima “Agustina de Aragón”, de Juan de Orduña, con una arrebatadora Aurora Bautista. Estaba también el cine Llamoso, primero donde hoy se sitúa el típico bar La Tasquina, luego donde está una mueblería del mismo dueño; y el Gonal, de esa época también, catalogado como “Cinematógrafo” según la oficina de turismo regional.

Cuando las películas eran autorizadas para mayores, según nota de la censura que figuraba en el tablón de anuncios de La Colegiata de La Plaza, los chiquillos entrábamos a ver el No-Do, y luego abandonábamos la sala a oscuras cuando empezaba la película. En ocasiones, nos poníamos en la calle ante la salida de emergencia a escuchar los diálogos, y por el doblaje sabíamos cuando hablaba John Wayne u otro de los protagonistas. Y a través del sonido inventábamos una película paralela. Era cuando John Wayne no tenía la fonética inglesa “Yon Guei”, sino “Jon Baine”, tal cual. Porque el idioma inglés era desconocido. Desde entonces, el cine del Oeste, el western, no ha evolucionado mucho. Han cambiado los protagonistas pero los argumentos y la puesta en escena son parecidos.

Con el percance de Alec Baldwin, casado con la española de Mallorca Hilaria, las armas y las películas de acción están en el punto de mira de la industria, en especial la de Hollywood. La historia de los EE UU la hemos conocido a través del cine del Oeste. Aunque luego hayamos descubierto que los indios (los pieles rojas) no eran tan malos, ni los blancos (rostros pálidos) tan buenos. Pero si vemos el cine desde el punto de vista del séptimo arte hay que reconocer que ha hecho más por el conocimiento de la historia de los EE UU., que lo ha hecho en Europa. ¿Quién no sabe cómo son los juicios en América cuando aquí no había jurados, viendo a Gregory Peck en “Matar a un ruiseñor” en el papel del abogado Atticus defendiendo a Tom Robinson, un negro acusado de violar a una chica blanca?

Podríamos decir que este triste accidente de Baldwin es la secuela de una historia de la conquista del territorio del Oeste de Norteamérica por los colonos en desbandada, muchos inmigrantes europeos, sobre todo irlandeses, y la influencia de la llamada fiebre del oro aparecido en California, detallado en la película “El árbol del ahorcado”, donde un hierático Gary Cooper hace de médico y atiende a María Schel, medio ciega por un accidente, que encuentra un filón de oro y lo explota con éxito, y un espléndido Karl Malden celoso y pretendiente de ella.

Era aquella una época donde las armas eran el sustituto de una legislación demasiado bisoña, que se fue alargando en el tiempo hasta el presente. Donde los progenitores enseñan a los hijos el manejo de las pistolas para defenderse de enemigos supuestos, porque da la impresión de que no creen en sus instituciones como garantes de su seguridad. Todavía hoy permanece la figura del Sheriff, como máxima autoridad de un condado. En la época del cine del Oeste solía ser eje central alrededor del que podía girar la historia. O era un señor incapaz de enfrentarse a los forajidos, o era un pistolero que no se andaba por las ramas y retaba en plena calle al infractor y lo eliminaba sin contemplaciones porque era el más rápido. Ser rápido en el manejo del revolver era un salvoconducto para sobrevivir en determinadas situaciones personales o conflictos sociales en las ciudades. Muchas de ellas con paisajes prestados por la provincia de Almería, donde se rodaron variados filmes. Hoy esa rapidez se traslada a la cuenta corriente, y gran parte de ese poder está en manos de judíos adinerados, tanto en Hollywood como en Wall Street. Si la fotógrafa fallecida, Halyna Hutchins, hubiera podido adivinar su final trágico, seguro se hubiera dedicado a fotografiar a los “tiburones” de la Bolsa. Donde las pistolas tienen forma de dólares y la gente que lo maneja no va al cine.

Compartir el artículo

stats