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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Tiempos de confuso discernimiento

Toca vivir una época de incógnitas en lo político y en lo económico

Como todos, dirán, y no les faltará razón. Pero permítanme que comparta con ustedes la confusión que se produce en mi percepción de la realidad económica presente y la dificultad subsiguiente para ver con alguna claridad la evolución en lo inmediato de la misma.

Empecemos por Asturies. Los últimos datos de empleo, los del mes de octubre, confirman una tendencia reiterada, el de nuestra evolución distinta, y, en general, negativa, con respecto al conjunto de España. Así, mientras en todo el territorio ha crecido el empleo por primera vez en la historia en ese mes, siguiendo el crecimiento de septiembre, en Asturies, ha crecido el paro durante esos dos meses. Y, paradoja, nuestro desempleo ha aumentado, en parte, por el incremento de demandantes de empleo, y con una subida del número de afiliados a la Seguridad Social. Al tiempo, y por completar la paradoja, a lo largo de estos meses, el paro ha caído a tasas de 2008.

Pero, sin duda, estos datos son únicamente la superficie de la realidad, realidad que marcan otros elementos. Por ejemplo, la alta demanda de empleos informáticos para la empresas y, especialmente, las TIC, empleos que no se pueden cubrir totalmente porque no existen tantos especialistas como se demandan, lo que concurre al tiempo con las quejas de la Universidad de que no es fácil el relevo en el área de matemáticas, porque a los licenciados se los llevan las empresas. Completen el panorama con este reciente titular de LA NUEVA ESPAÑA: “La Milla del Conocimiento (Xixón) sigue creciendo y ya alcanza los 7.000 trabajadores”. Espoxigue que se da en el resto de Asturies en al área de las empresas que se mueven en el ámbito de la informática.

La cifra del alto número de parados (67.000 en números redondos, sin incluir ahí los ERTE) contrasta con otro dato, las continuas (y reales) quejas de las empresas de que no encuentran trabajadores, especialmente en la construcción, el metal, y, como queda dicho, en las TIC, al igual que sucede en todo el Estado. ¿Las causas? Por un lado, la falta de especialización, por otro, según los sindicatos, los bajos salarios, que no hacen atractivas las ofertas. Ahora bien, si el parado encuentra insuficiente la oferta de trabajo es evidente que encuentra esos recursos por otros medios.

En esa situación, digamos, estructural, se suma ahora el estallido de la coyuntura para la actividad económica: la falta de suministros, el alza de los precios, en algunos productos disparatada, y la crisis energética, cuestiones todas que dificultan esa actividad, distorsionan el mercado, crean incertidumbres y retraen la inversión, reducen la competitividad (otra cosa, naturalmente, son las repercusiones en el bolsillo de cada uno de los ciudadanos-consumidores) e, incluso, hace que las licitaciones de las administraciones queden sin adjudicarse o se renuncie a ellas una vez adjudicadas, por el desfase en los precios.

¿Es esta situación coyuntural, como piensan algunos cráneos privilegiados (con permiso, la expresión, de don Ramón María) o durará, como opinan otros? Es una incógnita, como ven. Esa misma incógnita provoca una duda en los organismos internacionales del dinero: ¿restringir el crédito y subir los tipos para atajar la inflación o mantener la actual política más bien expansiva?

En España, además existe otro vector de incertidumbre para las empresas, la economía y los trabajadores: el de la enésima reforma de la legislación laboral, ese reiterado proceso que comenzó con Felipe González. Déjenme, por cierto, recordarles algo que se recuerda poco: antes de la reforma de 2012 no se creaba empleo en España con un crecimiento inferior al 2,2% del PIB, a partir de entonces se creó, y no escaso, con crecimientos del 0,5% o del 1%.

La próxima llegada de más fondos europeos o su retraso, así como lo adecuado de su uso, en aceras y parques o en las empresas y en inversiones productivas, aumenta la incertidumbre, aunque, en mayor o menor grado, no dejará de ser un elemento positivo. El peso del déficit y la deuda, en contrario, ensombrecen el panorama.

La incertidumbre se convierte en misterio, cuando se quiere examinar el presente en relación con el futuro. ¿Ha sido nuestro crecimiento inmediato tan intenso como pregona el Gobierno —y, en consecuencia, da verosimilitud a las previsiones de los presupuestos para el año que viene— o ha sido menor, como aseveran otros organismos, tales el INE o el Banco de España?

Pues ya ven ustedes, es posible, como aseguran muchos, que el INE haya medido mal, a la baja, nuestro crecimiento, en parte por razones metodológicas, en parte por escasez de personal.

Es decir, donde estábamos confusos en nuestra percepción parió la abuela.

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