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José Manuel Ponte

Perdido y hallado en el templo

La activista sueca Greta Thunberg

Solicitaron de don José María Aznar opinión sobre la lucha contra el cambio climático y el expresidente del Gobierno por el PP vino a decir que ese es un asunto muy importante que no puede dejarse en manos de adolescentes inexpertos. Al respecto, citó a la activista sueca Greta Thunberg, que es una de las cabezas visibles de ese amplio movimiento ciudadano y un fenómeno mediático que convoca a miles de personas en sus desplazamientos. Lo dijo en ese tono apagado, mortecino, casi inaudible del confesor hastiado de repetir los mismos consejos a la cola de penitentes que vienen a lavar sus miserias, casi siempre las mismas, a cambio de rezar un padre nuestro y tres avemarías.

La animosidad del señor Aznar contra Greta Thunberg –que, por cierto, ya no es la niña que conocimos (ha cumplido los 18 años)– es inexplicable y desde luego, poco o nada católica. En el evangelio de Lucas se recoge el episodio de la desaparición en el templo de Jesucristo, cuando visitaba Jerusalén en compañía de sus padres, José y María. El niño tenía entonces doce años y sus padres estaban muy disgustados buscándolo por todas partes. Hasta que a los tres días de búsqueda lo encontraron de nuevo en el templo, donde discutía sobre teología con unos doctores maravillados del nivel de sus conocimientos. Jesucristo riñó cordialmente a sus padres y les preguntó: “¿Por qué me buscáis? ¿No sabéis que debo de estar en las cosas de mi Padre?”. El padre al que se refería no era el honesto carpintero José, sino el Padre omnipotente y omnipresente que forma parte del Triángulo del Misterio (que no es precisamente el Triángulo de las Bermudas aunque por ahí también desaparece gente sin dejar rastro). Respecto de lo que puedan ser las “cosas de su padre”, mejor no indagar demasiado. Mis conocimientos de Teología son muy limitados, pero he visto en las películas de Indiana Jones cómo se las gastan las fuerzas del ultramundo a poco que se las moleste.

La sabiduría de los niños nunca debe de ser tomada a broma por adultos tan despectivos y autosuficientes como el señor Aznar. Y menos todavía cuando presumen de profesar la religión católica. Debía de estar muy distraído Aznar cuando explicaron en clase el episodio evangélico de “el niño perdido y hallado en el templo”. Es de los más conocidos.

Respecto de los niños que merecieron la fama a tan tierna edad tendríamos que citar al cantante Joselito, también conocido por el “ pequeño ruiseñor”, a Pepa Flores (Marisol), a Rocío Dúrcal, a la actriz norteamericana Shirley Temple, al ajedrecista español Arturito Pomar con quien el franquismo quiso hacer frente a la todopoderosa armada soviética. Algunos de esos “niños prodigio” fueron explotados por unos agentes empeñados en retrasar la aparición del pelo de la barba y de las piernas de sus patrocinados, así como los cambios en el tono de la voz. Afortunadamente para ellas (y también para nosotros) Pepa Flores y Rocío Dúrcal tuvieron una larga y exitosa trayectoria artística desde la infancia a la espléndida madurez. Recientemente, tuvimos el caso (que aún colea por los juzgados) del Pequeño Nicolás un fantasioso patológico que se hacía pasar por influyente intermediario.

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