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Vicente Montes

Atascos y desacuerdos

La negociación sobre el asturiano agoniza a falta de respiración asistida | Ciudadanos sufre su catarsis y el PP por ahora no cuenta para sus listas futuras con ellos ni con Foro

La próxima semana tocará que los partidos que impulsan la oficialidad del asturiano revisen sus posiciones y reorganicen ese guirigay en que se ha convertido la negociación de la reforma del Estatuto salvo que alguno quiera, inconfesablemente, quitarse el lío en que se ha convertido el proceso para convertir la Llingua en oficial. Llegamos a una situación en la que el intento de negociar a dos bandas la oficialidad y una reforma fiscal se hace insostenible. En este punto, el avance parece imposible y lo más probable es que alguno de los partidos (probablemente IU) empiece a desmarcase y a establecer un discurso propio para evitar ser señalado como culpable del fracaso. Ese fracaso, de producirse, ocurre en parte porque el Gobierno ha dejado eso en manos de las reuniones clandestinas en la Junta General en vez de abrir sendos procesos diferenciados y dejar a las claras cuál es el marco en el que se desarrollan. Pero, con todo, es cierto que los contrarios a la oficialidad han ido ganando espacios, algunos incluso internos en el PSOE, obligando al partido a templar ánimos y definir su modelo lingüístico si quiere poner freno a ese movimiento.

El mayor ejemplo de que el Ejecutivo, en ocasiones, se envuelve en su aparente visión de la realidad se produjo el pasado viernes, cuando la portavoz del Ejecutivo, Melania Álvarez, sostenía que las negociaciones para la reforma del Estatuto “avanzaban” al tiempo que el resto de actores admitían que se había llegado a un atasco, eso sí, del que nadie se siente responsable.

El Ejecutivo debe decidir de manera definitiva si opta por salvar de manera airosa uno de los dos debates: el de la reforma estatutaria o el de los Presupuestos. La compatibilidad de ambos será algo que se verá más adelante, dado el estado actual de la situación. Aplazar la discusión sobre la oficialidad tiene el riesgo de que ya no se llegue a tiempo para una confirmación en el Congreso de los Diputados, por lo que siendo así ya da igual abordarla ahora mismo o durante el próximo año.

Dicho lo anterior, conviene echar un vistazo a la peculiar situación en la que se encuentra la derecha parlamentaria asturiana. Ciudadanos sufrió el viernes su particular catarsis. El psicoanálisis establece que la “purgación” de los conflictos inconscientes debe producirse con el llamado “método de la asociación libre”. Ese método que lleva a la purificación de las emociones negativas, consiste en animar al paciente a que diga lo primero que se le venga a la mente, ignorando cualquier censura, de modo que exprese todo aquello que se le ocurra por aparentemente intrascendente que sea.

Algo así sucedió en el encuentro “informal” de afiliados que organizó la dirección del partido naranja en Asturias para tratar de evidenciar la minoría en que se encontrarían los diputados críticos Laura Pérez Macho y Armando Fernández Bartolomé. Pero lejos de ser aquello un apabullante paseo de victoria se convirtió en una constatación de que las diferencias internas son irreconciliables. Cada cual hizo su propia lectura y ambos bandos consideraron que el otro quedó vencido, pero la realidad es que salieron a flote las diferencias internas (muchas ya en clave personal) que llevaban meses larvadas.

La situación a la que ha llegado (en Asturias y en otras comunidades) un partido que llegó a soñar en su día con un “sorpasso” al PP solo se explica por su imparable decadencia y la desesperada búsqueda de una salida que permita salvar los muebles. Inés Arrimadas ya inició esta semana la exploración de una alianza electoral en Valencia, con el argumento de la necesidad de desbancar al socialista Ximo Puig.

La fórmula de la coalición sería la salida perfecta para los naranjas, que podrían pretender aplicar la fórmula que ya utilizó Foro para obtener una sobrerrepresentación electoral: se negocia un reparto en la lista teniendo en cuenta los resultados de las elecciones anteriores, aunque sean inverosímiles en el momento actual. Así, en Asturias, Ciudadanos negociaría con un peso de cinco diputados frente a los once del PP, por lo que adelgazar al grupo parlamentario naranja con expulsiones no sería lo más adecuado.

¿Pero cómo está el clima en el PP en este asunto? Los populares asturianos, por ahora, no quieren oír hablar de coaliciones. Dan por hecho que el acuerdo electoral nacional con Foro Asturias está terminado (Casado no muestra ningún interés y el giro asturianista de los foristas no gusta en los populares), pero tampoco se plantean abrir hueco para colocar naranjas en la lista electoral. Claro está, a la espera de lo que mande Madrid, llegado el momento.

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