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Estatuto y Estado social

Una nueva vía para impulsar un pésimo proceso de reforma estatutaria

IU no va a desconectar el asturianismo político del Estado Social. Si en este empeño, que es ideológico, Izquierda Unida se quedara sola parlamentariamente no lo estaría ni social ni sindicalmente y empleará toda su fuerza política para detener un intento de avanzar en el desmantelamiento de la columna vertebral del sistema de atención social: la progresividad de los impuestos. Todo en beneficio de los que tienen más patrimonio y, seguramente, no necesitan del Estado. ¿Cómo se puede reclamar que el Estatuto tiene que “blindar los derechos sociales” y no reaccionar con contundencia ante el intento de determinados intereses económicos para debilitar esos derechos? ¿Cómo se puede iniciar una negociación sobre la financiación del Estado, defendiendo los derechos de esta tierra frente a las comunidades ricas, bajando la capacidad redistributiva del gobierno asturiano? ¿Cómo se presenta una reforma estatutaria con rebaja fiscal ante las movilizaciones ciudadanas sobre la atención primaria, los hospitales de las alas o el transporte escolar en la Asturias vaciada? El asturianismo tiene que permanecer conectado a un modelo de Estado Federal solidario y socialmente avanzado. Entender Asturias como comunidad política necesariamente implica un acuerdo mayoritario sobre justicia fiscal. Las batallas culturales las gana el conservadurismo más poderoso económicamente a través de la permisividad, casi frivolidad, de una parte de la izquierda que corta con su raíz material y, en este caso, trabajadora. De nada servirán luego análisis sobre el por qué del avance del discurso impositivo de Vox, por ejemplo. Ceder en el impuesto de sucesiones supondría la paradoja de que un nuevo Estatuto se alejaría del pacto político de la Constitución de 1978, constatando así un retroceso con respecto a la concepción social de nuestra primera norma. La generación de hoy fracasaría allí donde la de ayer generó un marco para ensanchar el Estado Social.

Un pésimo proceso de reforma estatutaria, que en nada se parece al ideal de los “non natos” pactos de Fruela, ha generado este monstruo y otros que nos llegan de una Asturias política fallida y frustrada por su propia vulgaridad y mediocridad en la que, hasta el momento, estaba confinada habitando “allí donde habita

el olvido”. Todo esto daña al asturianismo y nuestra lengua, un valor cultural que se erosiona al convertirse en un instrumento de polarización. Dejando espacio a los “dickensianos” egos del pasado, también se perjudica la propia capacidad de autogobierno de Asturias pues esta depende de la habilidad para generar consensos básicos algo que es imposible mientras lo más patológicamente divisivo del pasado aparezca en el debate.

Que Foro quiera negociar una reforma Estatutaria, contemplando la posibilidad de la oficialidad del asturiano, tiene un inestimable valor. Los planteamientos conservadores son indispensables para reformar una norma constitucional. La mayoría de 3/5 propuesta por Foro para regular el uso del asturiano puede no ser técnicamente eficaz, desde luego a IU no le gusta nada, pero parece lo más oportuno para construir, en el futuro, una amplia y estable mayoría política en torno a un concepto de Asturias. La política tiene que construir con materiales defectuosos si el fin es un futuro común. También las propuestas de Foro sobre la demografía, que nosotros situamos en las coordenadas políticas de la Asturias vaciada son un acierto. Foro quiere negociar e IU está dispuesta, pero el perímetro de esa negociación ha de ser pactado. En este caso sólo Izquierda Unida ha situado la cuestión fiscal como innegociable lo cual demuestra dos cosas: que en cuestiones relacionadas con la estructura económica y social IU es indispensable en el seno de una izquierda amplia y plural y, por otra parte, que el Estatuto que pueda pactarse no será fruto de una claudicación cortoplacista alejada del interés ciudadano, queremos generar una Asturias que también exista con fuerza en el Estado. Las batallas de la cultura política de IU –como se ve en el ámbito de la política laboral de este país– se dan con mucha contundencia, pero dando espacio para el acuerdo. Somos parte del movimiento obrero más democrático que hoy está construyendo un nuevo proyecto político, en él no caben cesiones en los derechos económicos porque son el forjado del Estado Social sobre el que todo se construye.

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