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Elena Fernández-Pello

La eterna preguntona

Elena Poniatowska publica a los 89 años la segunda parte de “El amante polaco”

La próxima primavera cumplirá noventa años y mientras llega ese momento entretiene su tiempo promocionando su nueva novela, que es la segunda parte de “El amante polaco” (Seix Barral). Elena Poniatowska (París, Francia; 1932) cuenta su propia historia al contar la de su antepasado, Stanislaw Poniatowski , el último rey de la Polonia independiente.

A propósito de ese personaje, gran amante de las mujeres, incluida Catalina la Grande, emperatriz de Rusia, y poco amigo de las armas, la Poniatowska reflexiona sobra su vida y sobre México, el país del que procedía su madre y al que toda la familia regresó, huyendo desde Francia de la Segunda Guerra Mundial.

A estas alturas de la vida Elena Poniatowska mantiene intacta la curiosidad. Si aún anda indagando sobre sus orígenes familiares y sobre aquel antepasado regio, tan romántico y un poco triste, ¿qué no tendrá que preguntar y que decir sobre los asuntos que más le han interesado a lo largo de su vida periodística y literaria: la justicia social, la crítica política, la situación de las mujeres? Y eso para empezar.

Elena Poniatowska.

Para recomponer la historia familiar de la Poniatowska, recopilar sus experiencias vitales y sus pensamientos, no queda más remedio que ir buscando piezas en sus libros, en sus entrevistas y en sus conferencias. La escritora, que se siente ante todo periodista y a la que su amigo el pintor Diego Rivera bautizó como “la polaquita preguntona”, dice que no tiene ninguna intención de publicar una autobiografía. En una de sus últimas entrevistas dejaba bien claro que lo que le interesa no es hablar de sí misma sino hacer hablar a los demás. “Mi tema no soy yo”, respondía a su interlocutor. Un nuevo libro sí. Ella sigue escribiendo y retando al tiempo.

Si en algo ha destacado Elena Poniatowska, entre los muchos géneros literarios que ha cultivado, es en la literatura testimonial. “La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral”, dedicado a la matanza de estudiantes de 1968 en Ciudad de México, es, dentro de esa categoría, su libro más rotundo. A la zaga le va “Nada, nadie”, en el que reúne los relatos de las víctimas del terremoto que asoló la ciudad en 1985. Su fuerte en la vida siempre ha sido preguntar, escuchar y transmitir lo escuchado.

“El periodismo es el mejor antídoto contra la enfermedad, la desesperanza y la pereza”, ha dejado dicho Elena Poniatowska, aunque para reponerse de la crudeza de la crónica periodística y de sus esforzadas aventuras novelescas ella tiene por costumbre suministrarse cada día cierta dosis de poesía. Entre sus lecturas habituales cita a Octavio Paz, Federico García Lorca, Rosario Castellanos y Cristina Peri Rossi, que comparte con ella el Cervantes. La Poniatowska puede presumir de tenerlo desde 2013 y de ser la cuarta mujer en la historia del premio en obtenerlo.

Hace poco más de una semana, la escritora, genio y figura, contaba que había sido objeto de un robo en su casa, en Ciudad de México, y se lamentaba, más que por lo sustraído, por el hecho de que el ladrón no se hubiera interesado por ninguno de los libros de su amplísima biblioteca.

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