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José Manuel Ponte

El irresistible ascenso de Yolanda

Cuando el que esto firma era escolar, los profesores del colegio nos llevaban a Ferrol (que por entonces era “del Caudillo”) para visitar los astilleros donde se construían y se lanzaban al mar algunos de los más grandes barcos que navegaban entonces por el ancho mundo. La visita a las enormes estructuras que empequeñecían al enjambre de obreros que trabajaban en ellas era interesante e instructiva. Y el director del colegio Carlos Seoane Rico, que era ferrolano, ejercía de cicerone con una gran amenidad.

Pero el principal centro de nuestro interés era ver a las “rubitas” de Ferrol, cuya belleza y elegancia eran legendarias entre el público adolescente. En la ciudad de donde nosotros veníamos no había escasez de chicas guapas, todo lo contrario, pero el exotismo es un poderoso aliciente de la curiosidad. Terminada la visita a los astilleros, nos desplegamos por unas calles rectas y trazadas a cordel, como corresponde al planteamiento racional de una urbe creada por el Estado. A decir verdad “rubitas” no vimos muchas porque supusimos que la mayoría de ellas, a esas horas, estaría en clase (salvo casos excepcionales, en horario de mañana no es habitual que el alumnado pueda andar holgando por ahí). El avistamiento de las legendarias “rubitas” no fue precisamente un éxito pero sirvió para entretener la mañana.

Andando el tiempo, un colega ferrolano me explicó que la abundancia de “rubitas” es atribuible a los matrimonios de marinos de guerra españoles con señoritas inglesas pálidas y pelirrojas. Y viceversa. Después hizo una incursión erudita en los guisantes de Mendel pero ya no lo pude seguir. La genética no es mi fuerte. Sí recuerdo que me dijo que las “rubitas naturales” tenían el mismo prestigio social que las “rubitas de frasco”. Al fin y al cabo hay un Ferrol de militares y otro de obreros. Y en general, los dos grupos se llevan bien entre ellos.

Viene a cuento esto que voy contando con la espectacular escalada política de Yolanda Díaz, a la que en muchos medios se la menciona como posible candidata a la presidencia del Gobierno por una coalición (plataforma o lo que acabará siendo) que aglutine el voto a la izquierda del PSOE. Un proyecto cuya densidad está todavía por comprobar. El que dio el pistoletazo de salida de esta singular carrera fue Pablo Iglesia, justamente cuando dimitía de sus responsabilidades como vicepresidente del Gobierno anunciaba su retirada de la política activa y se cortaba la coleta, que es lo que suelen hacer los toreros cuando abandonan definitivamente los ruedos.

El lanzamiento al espacio electoral de la candidatura de Yolanda ha sido deslumbrante. Por lo menos tan deslumbrante y vistoso como sus peinados. Todos ellos con destellos como los que queríamos ver los escolares en las 'rubitas de Ferrol'. Aunque fueran 'de frasco'. No deja de ser un arte corregir con un tinte lo que la naturaleza pretendía llevar hacia otro lado. En Ferrol, además de Yolanda hay otra 'rubita' que se dedicó a la política: Corina Porro. No sé a dónde llegará Yolanda Díaz. Pero habrá que recomendarle que sea precavida. En este país cuando alguien saca la cabeza siempre hay otro, u otros, dispuestos a tirar al blanco.

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