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JC Herrero

Vagos

A propósito de los constructores que piensan que las ayudas sociales al desempleo quitan las ganas de trabajar

Pensábamos que esto del ladrillo se ceñía a las canteras, el cemento, la arena y como mucho la maestría de manejar la llana, pero no. Hay más, te pueden llamar “flojo”.

La experiencia no es un grado, es más un honoris causa, permite opinar según qué tema. Haber sido peón de albañil da su juego. Tener una hipoteca de una vivienda hecha a la trágala en tiempos de burbujas, ya es para cátedra.

A los que hemos sido desempleados, ya se nos atragantaba la tostada del desayuno con aquellos mensajes subliminales, los del pecoreo de los años setenta del siglo pasado. Había quien proponía que los parados empezásemos a alquitranar las calles, entonces pocos comprendían que pagasen por estar en el “paro”, no parado. Eran tiempos de botijo en la obra, y más de una botella de vino para encofradores destajistas que subían alturas que se las pela, de vértigo, pero se construía bien.

La vida es enriquecedora. El otero de los años permite visionar y enmendar planas a quienes dejan al alto la llave prendas como que las ayudas sociales al desempleo quitan las ganas de trabajar, de estudiar. Esto se dice desde la “construcción”, sintagma que da cuerpo a un sector, pero es eso, un sector al que le damos organicidad.

La “construcción” no es un ágora, ni tiene púlpitos, escaños o estrados legislativos donde dejar constancia de las diatribas en diarios de sesiones.

Además de llamarnos flojos el “parlamento del cemento” clama por traer mano de obra allende los mares, como si estuviéramos en los Emiratos Árabes Unidos, tirando petróleo por los albañales, de ahí que reclamen albañiles por lo civil o militar, les da igual. ¿Para qué las fundaciones paritarias? ¿Dónde están los cientos de miles de alumnos formados desde el año 1992?

La “construcción” que lo tome con calma. Ya estuvo bien de edificar a la trágala, haciendo edificios de pega y paga, con tal de llenar la saca y tira que libras. En la burbuja se hacían pisos en tiempo récord, dejando parqués de escándalo, fachadas de escorrentía y calidades que perdían la memoria a los tres años, de pena. Las prisas no son buenas consejeras.

El sector inmobiliario, junto a la banca y el sector público son los únicos que muestran el eslogan del “pan para hoy hambre para mañana”, eso es un hecho no una cábala.

Salir a escena para tildar de flojos a tres millones largos de parados, porque no tienes albañiles, no es una ofensa, va más allá. Nos quedamos con la segunda acepción de “vago” –indeterminado– de quien se pronuncia, que anda de una parte a otra sin aclararse. Lo que nos faltaba. Un respeto.

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