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Francisco Sosa Wagner

Mujeres en la nueva política

El proyecto de iniciativa femenina presentado en Valencia

Pablo García

Un nuevo año tenemos en el horizonte y la alegría se desborda entre quienes somos optimistas y confiamos en los buenos refranes, como hacía Sancho, el escudero andado. Uno de ellos dice: “Dios aprieta pero no ahoga”. Y así se confirma a diario. Es verdad que estamos padeciendo sufrimientos sanitarios que nos amargan la cotidianeidad y también adversidades políticas que nos ponen el corazón en un puño.

De los primeros nos librarán los investigadores y los sanitarios; de las segundas, los políticos. Así, en el último tramo del año que acaba de desvanecerse, advertimos cómo un sol bordado en oros despunta en el horizonte y cómo este astro se esfuerza por aventar las sombras espesas y tristes que hemos sufrido.

Pues es el caso, querido lector / lectora / lectore, que unas mujeres bravías, entonadas, auténticas amazonas, hijas como son de la valentía y madres de sazonadas esperanzas se han reunido no ha mucho en Valencia, cabe el Turia, y alumbradas por las luces de aquella tierra prodigiosa, han concebido su programa político.

Se trata de un proyecto que solo puede dejar indiferentes a insensibles titulados en un máster de insensibilidades. Porque, al decir, de las amazonas citadas, su proyecto es “algo maravilloso”. ¿Se puede pedir más? Me parece que poco. Y, sin embargo, estas mujeres, deseosas de precisar el contenido de su mensaje, se han lanzado a ello con la solidez que les presta su ciencia.

Y así sabemos que la maravilla anunciada se concretará en desarrollar “empatía para resolver los conflictos”, “escuchar más que hablar” y sobre todo, “en hacer una política bonita, desde la comprensión y los afectos”, “caminando juntas” y “entendiéndonas todas en la diversidad”.

¿Se puede aspirar a algo mejor, más entrañable, más coloquial, más de camilla y fuego cercano de chimenea? Se convendrá conmigo que, desde Valencia, se ha mandado al cielo de la política el perfumado aroma de la verdadera armonía, avivando en él su azul más azulado.

Estoy oyendo al pesimista aguafiestas que nunca falta.

–Eso es palabrería.

Pues no lo es, cenizo incurable. Y no lo es porque ese programa, preñado de mágicos sonidos, no se hará desde un partido político, “una cosa muy pequeña”, dicen ellas, reseca rama de la reseca democracia, digo yo, sino desde un “frente amplio” en el que “cabe todo el mundo”.

Solo desde esa magnificencia se pueden alcanzar los nuevos objetivos, a saber, “pensar un país en grande”, un país ahormado en “políticas tansversales”, lejos de las “etiquetas”.

Fue un mitin muy bonito, un mitin solidario, como deben ser los mítines, nada de gritos, razonamientos fríos pero bien enhebrados y aparejados.

Shakespeare hace decir a Macbeth: “Si pudiérais, doctor, examinar la orina de mi país, encontrar su enfermedad y purgarlo para desenvolverle su entera salud original, os aplaudiría hasta que el mismo eco se aplaudiera otra vez”.

Pues esto es lo que han hecho nuestras amazonas, las musas de la nueva política, nuestras artemisas, nuestras ateneas, nuestras sacerdotisas de los cultos transversales. Y sin mirar la orina. Solo auscultando nuestros anhelos.

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