Salud y suerte son las palabras más repetidas en los mensajes venturosos del año nuevo. La “doble ese” arrasa en los primeros pasos del esperado 2022, como si se tratara de la dupla atacante de un equipo de Champions. Salud y suerte conforman por separado la causa principal de las largas colas ciudadanas que hemos presenciado en todas las ciudades a lo largo de los últimos días: enormes filas indias a las puertas de las farmacias para adquirir test de antígenos y alrededor de las administraciones de lotería para acaparar décimos del Niño.
Después de casi dos años de pandemia vírica, desear salud al prójimo se antoja norma de obligado cumplimiento. Tanto como apelar a la suerte para que el bicho pase de largo, que ni siquiera la vacuna en tres dosis garantiza que se pueda evitar el contagio, por atenuado que ahora parezca. También buscan chiripa los que decidieron no recibir sus dosis de inmunización mientras siguen jugando a la ruleta rusa.
La fortuna y la buena salud no dependen de llevar en el bolsillo una pata de conejo. Quien porte amuletos y fíe su futuro al antojo de los hados hacendosos, que piense que su potra se cimienta sobre el mal fario del pobre conejo que perdió una pata.
También a los que nos gobiernan hay que desearles suerte en el desempeño de un año que se aventura crucial para el país y para la región asturiana. A los mandatarios es preciso recordarles que hacer política de altura no consiste en agitar los dados en un cubilete y esperar que salgan dobles altos. La fortuna se pone de parte del que se atreve. Y hay que salir a buscarla: a nadie le toca el Gordo si no tiene un décimo. La suerte nunca es el milagro del azar, sino e resultado del trabajo y la constancia. A Barbón le toca en este año nuevo encontrar una aguja en un pajar.
