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Antonio Trevín

Boludos y hormigas

Acuerdos, contradicciones e inquisidores

En la frenética despedida del año político me resultaron especialmente relevantes tres noticias. La primera, gozosa. Las otras, dolorosas.

Gobierno, patronal y sindicatos acordaron una nueva normativa laboral. Demostraron que acordar es posible. Incluso en asuntos en los que se parte de posiciones muy alejadas. Fueron tres los objetivos laborales conseguidos: limitar la temporalidad, reequilibrar las fuerzas en la negociación colectiva y mantener la flexibilidad de las empresas. Y dos los políticos: evitar la dimisión de la Vicepresidenta Yolanda Díaz –a mí no me llegaba la camisa al cuerpo después de sus emplazamientos el pasado Septiembre en la sede asturiana de la UGT: “Si el 31 de Diciembre no está derogada la normativa laboral, dimitiré”, repitió dos veces– y evidenciar, como dice Màrius Carol, que “el jefe de la oposición es un náufrago agarrado a un insulto para salir a flote”.

En este caso, el destinatario de sus improperios fue el empresario Garamendi, presidente de la CEOE. Este señor, de derechas, acordó con el “rojerío” en interés de la mayoría de sus representados y no se escondió a la hora de proclamar sus convicciones democráticas: “Tengo que trabajar con el gobierno que el pueblo español eligió legítimamente”. Dicen fuentes generalmente bien informadas, que el cabreo de Casado con quien preside la patronal española asemeja al del gran visir Iznogud con su buen califa Harún el Fiakah.

En Asturias, la lengua asturiana es el oscuro objeto del deseo de las diatribas “populares”. Sin embargo, sus compañeros en el Senado retrasaron una semana la aprobación de los Presupuestos del Estado, apoyando una enmienda, de la muy izquierdosa Compromis, para promover lenguas minoritarias como el asturiano. “Fue por convencimiento y no por obstruccionismo”, dijeron, pero alertando que “no supone, en ningún caso, apoyar que esas lenguas puedan ser cooficiales en los territorios donde son habladas”, como ocurre en Asturias, “donde apoyamos el bable, pero no la cooficialidad”. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Saben perfectamente que sin ella no hay paraíso para el asturiano, sino el infierno de su desaparición. El diagnóstico oficial sobre el grado de cumplimiento en España de la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias, alertaba, ya en 2019, de los retrocesos que se estaban produciendo en las comunidades con lengua cooficial. Imagínense el panorama donde no lo son.

Pero la vocación inquisidora no es patrimonio de los populares de Asturias en su obsesión contra el asturiano. Prima, también en otros, la actitud delatora sobre la gestora. En las primarias de Podemos, Ripa, el gran Torquemada astur, perdió frente a Sofía Castañón. No aceptó la derrota y exigió una peculiar investigación. No la consiguió y con los suyos, “Asturies dende cerca”, arremetió contra sus propios órganos partidarios: “Es un hecho gravísimo, que parece claramente dirigido a intentar borrar cualquier prueba, y cerrar en falso cualquier investigación sobre lo sucedido en el recuento y control antifraude de los resultados”. Acusaciones semejantes a otras que imputaron a personas e instituciones asturianas, de las que tuvieron que defenderse ante los tribunales, siendo inocentes en numerosos casos.

Ya lo dijo Maradona: “Los boludos son como las hormigas, están en todas partes del mundo”.

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