El campo asturiano se echó las pasadas Navidades con sus tractores a la calle en demanda de ayudas para un sector ahogado por una subida creciente de los costes de producción que amenaza la viabilidad de muchas explotaciones. A lo largo del último año se han encarecido los piensos, las semillas, los abonos, el gasóleo y la luz, de manera que con precio actual al que venden sus productos los ganaderos y agricultores son incapaces de cuadrar las cuentas. No es el mejor momento para el sector, que perdió casi mil ganaderías por año durante las dos últimas décadas. La despensa de Asturias, que se mantuvo al pie del cañón durante los peores momentos de la pandemia para asegurar la cadena de abastecimiento, reclama ahora medidas a las administraciones que favorezcan la viabilidad de una ocupación clave para sostener la pervivencia de los concejos rurales.

La pérdida de peso del sector primario asturiano es evidente. Sin embargo, su aportación al producto interior bruto regional sigue siendo muy relevante, en torno al 20 por ciento. El Principado suma además el 15 por ciento de las granjas de vacuno de carne del país, solo por detrás de Galicia y Extremadura. Se cerraron muchas explotaciones, pero las que persisten duplicaron su tamaño, pasando de una media de 12,9 vacas en 1996 a más del doble (25,3 cabezas) en 2016. Y el modelo extensivo habitual en la región conlleva un tipo de ganadería ecológicamente sostenible, muy del gusto del consumidor y de la normativa comunitaria, favorecedora en la práctica del mantenimiento y conservación del paisaje en el que se desarrolla.

Hoy los ganaderos asturianos ven comprometida la viabilidad económica de sus explotaciones por el incremento de los precios de los bienes que emplean, sin que lo que ellos cobran por los productos obtenidos, sea leche, carne o animales para vida, crezca en idéntica proporción. Y sin que las ayudas establecidas –básicamente las provenientes de la Política Agraria Común (PAC)– sean capaces de compensar la caída de las rentas agrarias. El campo, que se repartirá este año 150 millones de euros de dinero comunitario, de los cuales 64 corresponden a subvenciones directas a 9.200 solicitantes del sector, siente que su lamento es como clamar en el desierto.

Se quejan los ganaderos de medidas políticas que les perjudican, como la reciente decisión del Ministerio de Transición Ecológica de incluir al lobo en el listado de especies en régimen de especial protección. Enemigo tradicional de los criadores, el cánido no se podía cazar en Asturias, pero sí se veía afectado por planes de control, ahora suspendidos, que permitían la eliminación de ejemplares por medio de la guardería. El Principado acaba de comprometerse a abonar los daños en un plazo máximo de tres meses. En la actualidad hay desembolsos pendientes del año 2017.

El rejuvenecimiento del campo asturiano es un proceso lento pero irreversible, que sin duda afectará pronto a la representación en la cúpula del sindicalismo agrario, donde no se celebran elecciones desde hace dos décadas. Se puso de manifiesto en las últimas movilizaciones, en las que los cuadros más jóvenes llevaron la voz cantante.

El perfil tipo del beneficiario de los pagos directos de la PAC, según datos del Fondo Español de Garantía Agraria, es un varón con edad superior a 40 años, con escaso peso a nivel nacional de los menores de 25 (el 0,69 por ciento de los perceptores de las ayudas, frente al 38 por ciento de los de más de 65 años). Sin embargo, Asturias es una de las regiones de España, junto a Cantabria y La Rioja, donde más savia nueva se está incorporando al sector primario, lo que da idea de la aceleración del relevo generacional. Otro dato positivo es que el Principado, junto con Galicia, es el territorio con mayor peso femenino entre los favorecidos por los dineros de la PAC.

Hace falta, pues, incentivar la presencia de jóvenes en el régimen agrario. Existen estímulos regionales para este fin, de hasta 50.000 euros por el alta en la Seguridad Social y hasta un 60 por ciento de la inversión en mejora de instalaciones cuando los titulares cuenten entre 18 y 40 años. Pero sobre todo es preciso acabar con tediosos trámites y trabas burocráticas como las que han ocasionado que unos 400 beneficiarios de estas subvenciones, emprendedores dispuestos a instalarse en el medio rural, vean cómo Hacienda les reclama los intereses del total de una ayuda de la que al cabo de dos años solo han cobrado una parte.

Un modelo de producción integrado en el paisaje, compatible con la biodiversidad y que asienta población en los núcleos rurales, castigados por el envejecimiento y el éxodo, debe contar con ventajas de partida, incluso con beneficios fiscales. Como también avanzar en la tecnificación, el cuidado y la mejora de la base genética de las explotaciones, o el acceso a la banda ancha en condiciones de igualdad con las zonas urbanas. Vivir y trabajar en el campo no debe convertirse en un suplicio sino en una bendición. Basta ofrecer a sus habitantes condiciones dignas para el necesario mantenimiento de un sector estratégico.