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Martín Caicoya

Cáncer de laringe

Tabaco y alcohol multiplican  el riesgo grave del órgano del habla

Dice Noam Chomsky que nos distinguimos de otros animales porque pensamos y que lo hacemos con la lengua. Yo creo que el pensamiento no precisa la lengua y que quizás otros animales piensen. Si no se pudiera pensar sin lengua, ¿cómo lo harían los sordomudos?. Lo que nos diferencia sustancialmente es que podemos expresar nuestro pensamiento con la lengua: elaborarlo en el silencio de nuestros cerebros y traducirlo en sonidos. Si no pudiéramos hablar, articular con precisión los fonemas, no habría lengua. Tampoco si no fuéramos capaces de desentrañar cada sonido de ese río que es la lengua hablada.

Para que todo eso ocurriera se necesitaron varias modificaciones anatómicas. Estas son algunas. Que la cadena de huesecillos que vibra ante con el sonido lo hiciera con las frecuencias conversacionales: entre 500 y 2.000 hercios, aunque percibimos por arriba y por abajo. No lo hacen las de nuestros parientes los póngidos, pero sí las de “Homo antecessor”, como se demostró en Atapuerca cuando se recuperó una cadena intacta.

Para emitir en esas frecuencias necesitamos las cuerdas vocales, capaces de modular el paso del aire, como en un órgano. Pero mientras este no se puede salir de las leyes matemáticas que describió Pitágoras para la música, nosotros modulamos esa corriente con maravillosa ductilidad. Por eso nos enamora y emociona la voz.

Una tercera modificación afectó al aparato fonatorio o tracto vocal supralaríngeo. Los expertos lo dividen en dos partes, una vertical y otra horizontal. Y solo cuando esas dos partes son iguales hay habla. En los primates, así como en el “Homo sapiens neardenthalensis”, la parte horizontal es más larga. Tuvo que acortarse la horizontal y descender la laringe, alargando la vertical, para que se pudiera articular la palabra. Ocurrió con “Homo sapiens sapiens”. Al menos eso se deduce del análisis de la disposición de los músculos que movilizan esas estructuras en los cráneos fósiles.

Que podamos emitir sonidos y oírlos distintamente, como lo hacemos, no basta para que haya lengua. Esta parte la compartimos con otros animales: es un sistema sensoromotor que se especializó. Como nuestro aparato de deambulación, que es diferente pero el mismo al fin y al cabo que el de otros animales. Lo que nos hace distintos es lo que habita en el cerebro y, en concreto, el carácter recursivo de la lengua. Por ejemplo: “Holmes estudia las huellas” se puede trasformar en “Watson dice que Holmes estudia las huellas” y esta en “leo que Watson dice que Holmes estudia las huellas”, de manera que hace infinita la lengua con pocos elementos que se usan de forma iterativa. Parece ser que no es del todo universal. Que la lengua de los pirahãs de Brasil no emplean esta capacidad y están obligados a expresarse con frase simples y cortas que hacen más difícil comunicar pensamientos, experiencias o recuerdos complejos. En ellos, aunque solo tengan 6 o 10 fonemas, el habla está desarrollada porque anatómicamente son como todos los sapiens sapiens. Su laringe es como la del chino o la del inglés. Y enferma, cuando lo hace, como las de cualquier humano.

La enfermedad más frecuente es la laringitis, que puede ser infecciosa o irritativa. En los niños, la inflamación de las cuerdas vocales, casi siempre por un virus, es bastante inquietante porque produce una tos seca, perruna, dificultad para respirar y mucha alarma. La mayoría se resuelven solas, pero a veces requieren hospitalización.

Las laringitis de adultos suelen manifestarse con afonías. El alcohol es un precipitante, también el uso excesivo e inadecuado de las cuerdas vocales. Forzarlas se asocia a nódulos, enfermedad profesional reconocida en docentes. La enfermedad más temible es el cáncer. España, durante muchos años, tuvo el honor de tener las tasas más altas de este cáncer, solo superadas en algunas regiones de Francia como Calvados. Sabemos por qué: por beber alcohol, especialmente de alta graduación. No es el alcohol el principal factor de riesgo. Es el tabaco. Y la muy frecuente combinación de alcohol y tabaco, una bomba. Un bebedor importante multiplica por 4 su riesgo de cáncer de laringe, por 40 si además es fumador. El cáncer de laringe se podría evitar hasta el 80% o 90% de las veces si no se fumara y bebiera. Otros factores de riesgo son menores, como posiblemente el papiloma virus humano, el reflujo gastroesofágico o la contaminación interior.

Los síntomas de este cáncer son los propios de la laringe: irritación, tos seca, cambios en el tono de voz, afonía, más raramente, un bulto en el cuello. Su pronóstico cuando aún está localizado en la laringe, lo que ocurre entre el 60% y 65% de las veces, no es excelente: la supervivencia a los cinco años solo alcanza el 75%. Y si ya invade el territorio vecino, solo la mitad sobreviven cinco años. La cirugía es el tratamiento potencialmente curativo, no pocas veces sacrificando las cuerdas vocales.

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