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Darío Díaz

José Manuel Buján, eterno recuerdo de un jurista ejemplar

En memoria del que fue abogado de los trabajadores y de los más desfavorecidos

Este 15 de enero estaba fijado como un día intenso en el municipio de Toreno (León), villa minera y lugar de nacimiento de un “hombre bueno y magnífico jurista”, como definió Pilar Rubiera a José Manuel Buján en este mismo periódico.

Hoy hace diez años que nos dejó. Por ese motivo se pretendía rendirle un merecido homenaje en su tierra natal, en la Casa de Cultura de la localidad, que en breve pasará a denominarse “José Manuel Buján” como reconocimiento del Ayuntamiento de Toreno (que ya le había nombrado hijo predilecto en el año 2000), bajo el auspicio de Comisiones Obreras de Castilla y León que, junto con su homóloga de Asturias y el propio consistorio, serían los organizadores del evento.

Pero la “maldita” pandemia acalló, de momento, ese reconocimiento al “jurista de los desfavorecidos”, como también se conocía a Buján, tras llevarse recientemente a uno de los organizadores, el extraordinario sindicalista mierense José María Prieto, “Chemari”.

Diez años después de la muerte de Buján, esta tribuna me brinda la oportunidad de remarcar mi propio reconocimiento, en primer lugar como compañero de trabajo y, en segundo lugar, como diría José Ignacio Pérez Villamil, magistrado del TSJA, hacia aquel “aguerrido abogado de CC OO”.

Con tres años de diferencia entramos a formar parte del área jurídica y económica, respectivamente, de Comisiones Obreras, de la misma mano de uno de los más grandes sindicalistas que ha tenido esta región, Emilio Huerta, “Triqui”, tristemente fallecido hace tres años y medio.

Sin apenas referencias, encontré tanto en Buján como en el propio Triqui la mayor disponibilidad para llevar a cabo una tarea profesional que aún no veía muy clara, teniendo en cuenta que mi licenciatura era muy reciente. Lo que sí recuerdo con nitidez son los dos despachos de la calle Melquiades Álvarez (sede de CC OO de Asturias en 1982), tan solo separados por una mampara y en donde se hablaba y se preparaban los ERTES, ERE, despidos, convenios colectivos y demás expedientes en unos momentos en los que el peso de las negociaciones lo llevaba obviamente el letrado, con la labor complementaria del economista. En aquella época, la escasez de recursos, tanto humanos como técnicos, nos obligaba en algunas ocasiones a alternar nuestra función de técnicos con la de sindicalistas.

Me vienen a la memoria numerosas historias y anécdotas, que revelan el magnífico hacer, profesional y humano, de Buján. Como aquella, en plena reconversión industrial (la primera), cuando conseguimos sacar adelante una sociedad laboral con la plantilla de la empresa Puertas Herbé, tras el abandono de sus propietarios, y que nos dejó un grato sabor de boca al demostrarnos que la utopía de que los trabajadores y trabajadoras gestionaran sus propias empresas era posible. Recuerdo muy bien aquellas asambleas con Buján en el centro de trabajo, que podían durar hasta casi la media noche, con el apoyo de dos buenos sindicalistas: Jeremías Dos Santos y Boni (trabajador de la empresa).

La otra faceta que quería destacar de José Manuel Buján es la de aquellos abogados laboralistas militantes, que tan buenas lecciones nos dieron a lo largo de la historia, con consecuencias trágicas en ocasiones, como la de los abogados de Atocha, de cuya matanza, aquel “maldito enero”, se cumplen ahora 45 años. Unos años antes de 1977 Buján había hecho las prácticas precisamente en el despacho de la calle Atocha.

Con posterioridad trabajaría en CC OO en Ponferrada, antes de su llegada al gabinete del sindicato en Asturias, donde permanecería hasta que en el año 2000 se incorpora al Tribunal Superior de Justicia. La noble tarea del sindicalismo, como defensa de la clase trabajadora, tiene una de sus principales patas de apoyo en la labor de gente como Buján, que definía claramente aquel principio jurídico dicho en latín, del que tan aficionado era, “in dubio pro operario” (en caso de duda, a favor del trabajador). En sus múltiples intervenciones como abogado, en los principales conflictos laborales del Principado, siempre demostró su profesional empeño por defender los intereses de los trabajadores.

Desde la Fundación Juan Muñiz Zapico, de la mano de otro gran sindicalista como es Francisco Prado Alberdi, buen amigo tuyo, te decimos que el sindicato aquí sigue, en pie de lucha, con personas al frente que mantendrán la antorcha de la defensa de la clase trabajadora de una forma decente y digna. Y que el escuadrón de letrados y letradas que velan por que esa defensa tenga sus derechos conquistados continúa con la coordinación de tu sucesora, la brillante abogada Nuria Fernández.

Así que puedes estar orgulloso. Y el sindicato, agradecido.

Hasta siempre, compañero. Hasta siempre, amigo.

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