La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Luis Salinas

Cómo pillar a un mentiroso

El consejo: estar atento a los gestos y preguntar mucho

Novak Djokovic, famoso por jugar al tenis y liderar a los antivacunas, mintió. Fue un engaño un poco burdo y casi absurdo. Dijo que a mediados de diciembre –más o menos– había resultado contagiado del coronavirus en su Serbia natal, pero resulta que no guardó la responsable cuarentena, y en un mundo globalizado en el que la vida se va relatando segundo a segundo en las redes sociales se acaba pillando antes a un mentiroso que a un cojo. Unos días después de decir que tenía el coronavirus el tenista aparecía en unas fotos en su Instagram haciendo vida social como si nada, como si la pandemia no fuera con él. Fue eso y el hecho de no estar vacunado la razón por la que el Gobierno de Australia le prohibió el paso. Y esta extensa introducción sirve para decir que la psicología también ha estudiado cómo detectar a un mentiroso. No suele ser tan fácil.

Paul Ekman es el psicólogo que más ha estudiado este asunto y se centró en leer las expresiones faciales y las emociones, publicó hace unos años uno de los libros más importantes del género con el suculento título de “Cómo detectar mentiras”. Básicamente, y de forma muy resumida, el americano viene a decir que cuando alguien miente hay una serie de micro movimientos –por lo general faciales– que se activan y que para un ojo poco entrenado es fácil que pasen desapercibidos. Para añadirle más dificultad al asunto esos movimientos son particulares –cada uno tiene los suyos– no universales.

Antes de abordar el tema conviene saber que la gente, salvo honrosas excepciones, miente todo el tiempo. Dentro de la clasificación entra el omitir información o dar respuestas vagas. Así que la mentira es amplia, aunque tiene las patas cortas como se suele decir.

Bueno, al lío: ¿cómo se caza a un mentiroso?

Paul Ekman estaba bastante obsesionado con que la comunicación no verbal tiene la clave, y eso que durante sus investigaciones académicas no paró de decir lo complicado que era medir algunas de las expresiones emocionales más difusas. Las que marcan la delgada línea entre la verdad y la mentira. Todo esto viene a suponer que la mejor forma de detectar a un mentiroso es convertirse en un ávido observador del prójimo. Ekman desarrolló un método de medición con resultados asombrosos. Tanto que llegó a la conclusión de que los seres humanos somos capaces de realizar unas 10.000 expresiones faciales diferentes. Quizás nunca llegó a imaginarse una cifra tan alta. Ya Charles Darwin había estudiado en profundidad este asunto y, de hecho, llegó a publicar sus estudios sobre las emociones humanas y también animales (como si los segundos no englobasen a los primeros) en un libro que, evidentemente, quedó eclipsado por sus teorías evolutivas.

Entonces, lo que Ekman propone es estar atento hasta al más milimétrico músculo de la cara para poder saber si nuestro interlocutor miente. Sostiene que cada persona tiene una especie de “tic” –aunque en realidad es algo mucho más sutil– que le delata cuando miente. El problema, otra vez, es que esas inflexiones musculares son particulares. Cada uno tiene la suya.

Así que el camino de Ekman promete ser complicado, pero hay otras fórmulas.

Por norma general –puede haber excepciones– mentir suele suponer una mayor carga cognitiva que decir la verdad. Eso implica que si se aprieta al mentiroso es posible que acabe confesando. ¿Cómo hacerlo? Una estrategia útil es pedirle que repita la historia en el orden inverso. Se trata de una estrategia para ir poniéndole trampas en el camino. También funciona hacer que el posible mentiroso haga una tarea secundaria –un experimento típico de la psicología– y que tiene el objetivo de que pierda la atención; así como pedirle que mantenga el contacto visual durante toda la conversación. Bajar la guardia suele ser sinónimo de mentira. Aunque no siempre, esto no es una ciencia exacta desafortunadamente. Todo este abanico de conductas se engloba dentro de lo que se conoce como el modelo cognitivo de la mentira.

Sin embargo, detectar a un mentiroso no suele ser fácil. A no ser que seas Djokovic y que vayas dejando rastro de todo lo que hagas en las redes sociales, claro. Aunque una buena estrategia es no perder detalle de sus gestos y de su comportamiento, de si está nervioso, aparta la mirada o la historia, al volver a contarla de otro modo, tiene lagunas.

Compartir el artículo

stats