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Sobre la reforma del Estatuto

El necesario rigor, prudencia y calibrado de las posibilidades

La constitución de nuestra región en Comunidad Autónoma, lo que ocurre con la aprobación del Estatuto por las Cortes Generales, es sin duda el hito supremo de la historia política contemporánea de Asturias. Destaca, desde luego, por encima de la actuación de la Junta General en la guerra de independencia y de la revolución del 34, si es que ambos no pertenecen a la categoría de sucesos bélicos. La proclamación de las repúblicas, la guerra civil y la Transición causaron un impacto enorme en la vida de los asturianos, pero forman parte de la historia compartida con los españoles. A través del Estatuto de Autonomía el estado español ha reconocido por primera vez a Asturias capacidad para ejercer el autogobierno, una aspiración sentida con mayor o menor intensidad, en un momento u otro, por el regionalismo histórico. Convendría que los asturianos comprendiéramos bien el significado de este hecho. La política, se ha dicho en repetidas ocasiones, solo es buena cuando se hace con mucha pedagogía.

Llevamos un tiempo hablando de una reforma del Estatuto. El asunto aparece y desaparece inesperadamente de la agenda política, con lo que quizá su importancia acabe confundiéndose con su prioridad. La reforma es iniciativa del gobierno, que cuenta con el apoyo condicional de varios grupos parlamentarios. Pero las circunstancias no son las más favorables. Los partidos mayoritarios están divididos, los minoritarios Podemos, Ciudadanos y Foro viven crisis internas agónicas, el resultado de la eventual votación depende de la posición de un diputado que exige una reforma fiscal para consagrar la oficialidad del bable. El debate del nuevo texto en el Congreso, dada su tan fragmentada composición y en un tramo final de legislatura que se prevé conflictivo, tampoco sería un camino de rosas. Más allá de esto, los objetivos y el contenido de la reforma no están claros y la urgencia alegada por sus promotores tampoco ha sido justificada convincentemente. La mayoría de los asturianos está conforme con el estado autonómico, aunque también hay una minoría partidaria de centralizar el poder, y se muestra satisfecha con la gestión de los servicios públicos, no así con la pujanza de nuestra economía. Pensar en una reforma del estatuto para mejorar el autogobierno siempre está bien, pero ha de hacerse con rigor, especial prudencia y calibrando mejor las posibilidades.

Es oportuno recordar el destino que en pasadas legislaturas tuvieron otras dos propuestas relevantes, igualmente bienintencionadas, la reforma electoral y la creación del área metropolitana. También recibieron una atención prioritaria y ambas concluyeron sin resultado, no solo con una pérdida de tiempo, sino con la decepción de sus defensores y, en suma, devaluando las instituciones implicadas en el empeño. Una reforma del estatuto que afecte a aspectos de la sociedad asturiana, como por ejemplo el bable, no debiera terminar como un entretenimiento frustrado de los partidos políticos.

La primera prioridad de Asturias es el crecimiento económico. Sin un mayor volumen de la actividad productiva, será difícil corregir los múltiples desequilibrios de la región, sedimentados a lo largo de un complejo proceso histórico. Algunas demandas apuntan en esta dirección. Las protestas del mundo rural y del occidente astur están motivadas por las dificultades que encuentran sus habitantes para desarrollar la actividad económica y por la desatención que sienten que sufren. Ayer mismo, este periódico recogía las quejas de alcaldes de todos los partidos que no veían la manera de aprovechar los fondos europeos debido al reducido tamaño de sus municipios y a no disponer siquiera de recursos suficientes, ni de la ayuda técnica necesaria, para elaborar los proyectos con los que competir por la ayuda financiera para llevarlos a cabo.

Los pueblos se despueblan, las mancomunidades se fueron a pique en la anterior crisis, dejando unas cuantas lecciones por aprender, y la organización territorial sigue siendo inamovible, una asignatura pendiente, competencia de la Comunidad Autónoma. En el acto celebrado en la Junta General en conmemoración del 40 aniversario del Estatuto, el presiente del Principado dedicó su discurso a resaltar las virtudes de la gobernanza. Con acierto hizo referencia, sobre todo, a la gestión cooperativa de la pandemia entre el gobierno estatal y los autonómicos. Pudo ser una ocasión magnífica para hablar a fondo de la gobernanza interior de Asturias. Porque este complejo método de gobierno no se predica únicamente respecto a las relaciones intergubernamentales en los sistemas multinivel, sino muy específicamente para la integración de la sociedad civil en las decisiones colectivas. Aquí tenemos los asturianos un espacio infinito por cultivar, puesto a nuestra disposición por el Estatuto de Autonomía.

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