Opinión
Fuera mascarillas
Ante la finalización hoy de una de las restricciones impuestas por la pandemia
Se va la mascarilla y ya tiene uno un asunto menos para el columneo. Tal vez todavía pueda dar días, textos, de gloria si sigue vigente en interiores. Serían textos interiores, como algunos monólogos.
De ocupar lugares preferentes en nuestras casas, junto a llaves, mecheros, kleenex, en la cocina, a la entrada, en los cajones, va a pasar al olvido, al desván, al trastero o al ropero más recóndito. La mascarilla tal vez establezca intimidad con esos pañuelos que ya nunca utilizamos. Con las bufandas, con los cachivaches, quizás con un calcetín viudo al fondo de una mesilla. A lo mejor con una pajarita despistada que solo salió de casa una vez en una Nochevieja de la desmemoria. La industria de la mascarilla se va al garete ahora que ya las había de marca, de colores, de leopardo, rojas, azules y hasta con la cara de los diputados de UPN. A mí me gustaría una con la del diputado del PP que se equivocó, también por qué no con la cara de Batman o el escudo de Superman. Nadie las ha hecho con leyendas, leyendas del tipo “lo mejor está siempre por llegar”. Había un nicho de mercado: redactor de textos para mascarillas, pero se ve que los que tienen talento para eso no se mueven del sector sobrecitos de azúcar. Y ahí están, endulzándote, supuestamente, la hora del café con esos lemas de autoayuda que a veces producen no sé si el efecto deseado: ganas de volver a la cama.
Está uno aquí escribiendo un obituario de las mascarillas, glosando su vida y lo que pudieron haber sido y sin embargo nadie sabe si todos cascaremos antes que ellas y seremos olvido mientras ellas vuelvan a dominar el mundo. Y nuestras bocas. Nadie está a salvo de otro virus y mucho menos la humanidad, que lo mismo consigue el insólito récord de lograr una vacuna en un año, que se le antoja no ponérsela. Adiós al embozo, al cubrebocas, al bozal. Algunos toman esto como una victoria y otros como una medida sanitaria. Los feos de cara van de nuevo exhibiendo su poderío. Se volverán a llenar las consultas de los dentistas y florecerá la industria de los labios hinchados. Alguien escribirá un libro que se titule “La edad de las mascarillas”. Días ya sin mascarillas. La primavera nos entrará mejor por los poros y la boca. Quedan, para criticar, más libres las mandíbulas.
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