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Jesús María Pina Rodríguez

Precisión altruista

Adiós a Javier Cañal Ron, quien nos ha deleitado con sus modelos de barcos

Nos ha dejado este domingo un buen amigo, un buen amigo de todos, que es lo que tiene ser realmente altruista. Y esta era una de sus múltiples virtudes. Por qué Javier Cañal Ron era generoso con una afición a la que dedicó años de trabajo: hacer modelos de barcos. Su labor se ha identificado con la historia naval española en su conjunto. Tanto el Museo Marítimo de Luanco como la Comandancia Naval de Gijón exponen piezas de su primorosa y documentada mano, que queda como legado de perfección y amor desinteresado por el mar, la historia y la Armada.

Tenía una capacidad especial para tan complicada labor, una precisión pasmosa y pasión por el detalle. Identificaba piezas de los barcos al instante, de una mirada. Y tiene sentido, ya que, como si fuera un armador de los tiempos antiguos, hacía todas las piezas una a una, a mano y en madera, desde el pequeño taller que tenía en su casa. Allí estaban sus maderas, que enseñaba con la ilusión de un niño mientras se imaginaba que pronto serían las cubiertas de la nueva fragata Clase F-110.

Y no quedaba ahí su maestría. Sabía de ingeniería y de arquitectura naval, antigua y actual, pero también de historia, mucha historia, toda la historia. Un modelista al uso tiende, como es usual, a recrear los barcos con la historia más gloriosa, Javier no; daban igual las efemérides, batallas y leyendas de cada barco, hacía los que quería. Esto, unido a que no requería nada más que los planos, originales siempre, hacía que su flota fuera única e irrepetible. Además, sabía comunicar con cariño y sabiduría la historia de cada uno de ellos, con sus logros y desgracias, pero sin un atisbo de soberbia. Como si hubiera estado sirviendo en cada uno de esos barcos.

Prudente, generoso e ingenioso, hoy ya no podemos disfrutar de su ronca voz respondiendo de manera amena, por enésima vez, cuántas horas llevaba elaborar cada una de sus obras. Daba igual si uno compartía o no su afición, con él al lado, cada uno de sus barcos cobraba vida y él era feliz obsequiándonos con este don.

Asturias ha disfrutado durante décadas su buen hacer. Pero esa afición por la que le conocimos hace que su legado continúe. Sus obras pueden seguir viéndose en la Comandancia Naval de Gijón, el Museo Marítimo de Asturias (Luanco) o, estos días, en Avilés o en Navia, ya que, a pesar de su salud, no quiso privarnos de sus obras en ningún momento.

La Delegación de Defensa en el Principado de Asturias, la Armada Española, en su nombre la Comandancia Naval de Gijón, los reservistas y veteranos que han disfrutado y custodiado sus maquetas en diversas exposiciones, manifiestan públicamente sus condolencias a la familia y seguirán ofreciéndose para cuanto se pueda hacer honrando su legado.

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