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Tino Pertierra

Solo será un minuto

Tino Pertierra

Botellones vacíos

Pedro: “No entiendo que alguien pueda divertirse perdiendo el sentido encharcando las neuronas en alcohol. Y menos si ese alguien es joven y su cerebro es una esponja necesitada de conocimientos de todo tipo y sin rendición. Tampoco me cabe en la cabeza que se gaste el tiempo libre en hacerlo prisionero en actividades que te anulan al poco rato de estimularte. Sí, yo lo hice cuando empezaba a salir del cascarón, hasta que un día me vi reflejado en un escaparate volviendo de unas largas horas de botellón –de las que no recordaba nada, solo el sabor del vómito– y sorprendí a un extraño mirándome con ojos muertos. Me quedé allí unos minutos, clavado en la acera y sin poder apartar la vista de aquel muñeco roto que pensaba que anestesiarse junto a un grupo de desconocidos falsamente amigos era el no va más de la diversión y la libertad.

Deja que me ría.

No me reí entonces. Llegué a casa, pasé de puntillas ante la puerta cerrada de mis padres –aunque ya sabía que ellos sabían– y me tumbé en la cama como si me hubieran arrancado la hiel a tiras y dentro de mí solo quedara una misteriosa calma cuyo origen desconocía, cuya finalidad ignoraba.

Quizá soy un caso raro de persona que vive una catarsis sin necesidad de guías que me indiquen el camino o grandes momentos de ruina que me pongan los peros de punta y me hagan recapacitar a su debido tiempo. El caso es que no volví a acudir a esas fiestas del aniquilamiento neuronal y opté por alternativas que luego me dejaran una huella profunda. No diré cuáles, cada uno debe elegir las suyas. Los que decían ser mis amigos pasaron de mí y no perdí gran cosa. De repente, un mundo gigantesco de oportunidades se abrió ante mí con desafíos que me hacían sentirme vivo. Y peleando”.

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