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José Martínez Jambrina

Moralidades

Pablo Malo y su libro sobre los valores en el País Vasco

“Este libro es el resultado de una búsqueda personal; mi búsqueda tiene que ver en esencia con vivir en el País Vasco y haber sido testigo del terrorismo de ETA y de cómo un porcentaje significativo de la población justificaba esta violencia. La mayoría de estas personas eran personas con valores, con principios morales, incluso había algunos sacerdotes. Me pareció que la visión de que hay personas buenas (morales) que hacen cosas buenas y personas malas (inmorales) no explicaba lo que yo estaba observando”. Así presenta el psiquiatra vasco Pablo Malo su libro “Los peligros de la moralidad”, que se ha convertido en texto de referencia para comprender esta sociedad que ha surgido de la corrección política donde quienes no piensan como nosotros han dejado de estar equivocados para pasar a ser “malos”. Pablo Malo lleva escribiendo este libro muchos años. Tal vez desde que tiene uso de razón. Porque como el mismo explica, es un texto que nace de un dolor, de un sufrimiento, aunque el componente biográfico no aparezca apenas de forma explícita.

Es una constante cada vez más presente en la génesis de los procesos creativos, sean artísticos o científicos como el caso de este libro. No es fácil convivir con ciertos recuerdos aunque no hayas sido ni víctima ni victimario. Y apenas hay testimonios de quienes vivieron aquellos 50 años de plomo, muerte y miedo sin levantar la voz, siendo testigos mudos de una constante liquidación del adversario político, planificada y violentamente ejecutada. Este texto es la manera que ha encontrado Pablo Malo de deshacerse de la equidistancia con ciertas actitudes sociales más cercanas a la vida tribal que a la que se le supone a una sociedad occidental avanzada. No debe de ser fácil dejar constancia detallada y por escrito de una conducta social aberrante y tan arraigada en un importante sector de la población vasca. No debe de ser fácil ser valiente en la vida. Y que si no reclutamos un acervo de valores morales universalmente aceptados, quien señala qué es lo bueno y qué es lo malo es el grupo dominante. Y así Pablo Malo recuerda a sacerdotes que tan pronto predicaban el “no matarás” como, tras la misa, eran los primeros en disculpar asesinatos de ciudadanos cuyo único delito era pensar de forma diferente. Tampoco ha de ser fácil ampliar el foco de la cámara y retratar lo que sucede en otros lugares: ese nuevo despertar religioso con epicentro en los hipermoralizados Estados Unidos de América y que ha invadido el mundo occidental a través de unas redes sociales convertidas en tribunales morales. No debió de ser fácil ser de los primeros autores en denunciar que los nuevos prescriptores morales no son los ciudadanos sino los grupos políticos que sostienen la llamada Justicia Social Crítica o wokismo, que impone su religiosidad desde canales como Black Lives Matter, las políticas identitarias, los teóricos queer o el feminismo interseccional. No debe ser fácil atreverse a denunciar estos peligros de la hipermoralidad por pura coherencia intelectual y no porque puedan peligrar ciertos privilegios

Sostiene Pablo Malo que la moralidad es un arma de doble filo y que no siempre lo moral es sinónimo de lo bueno. Esto me parece matizable: creo que hay quien cree que la moral es un concepto viable y un objetivo por el que merece la pena luchar y hay quien cree que la moral es un concepto fútil y sujeto al control de los grupos sociales dominantes.

Por desgracia, el grupo menos numeroso es el primero. Me viene a la memoria esa frase de Aristóteles que tanto le gusta a Diego Gracia: “El hombre que es realmente bueno y prudente siempre tomará la decisión más apropiada por muy extremas que sean las condiciones en las que deba tomarla.” Permítaseme la broma, pero “realmente buenos y prudentes” somos muy pocos. La mayoría de los ciudadanos, viva mi grasia, nos apuntamos a la tesis de Antonio Valdecantos en su libro “La fábrica del bien”: “La moral es el resultado de un conjunto de cálculos, despistes, astucias, confusiones y torpezas mezcladas con unas cuantas buenas intenciones y otras tantas villanías. Saber que la acción humana es el fruto de semejante desorden es quizá lo más esencial que cabe saber sobre ella”.

No es que la moral tenga dos filos. Es que muchas personas manejan dobles contabilidades. Y no hace falta ser Belle de Jour ni Flor de Otoño ni Giulio Andreotti. Es que, como bien señaló Revel, la primera de las fuerzas que dirige el mundo es la mentira. Pero una prueba patente de que la moral es imprescindible y merece la pena apostar por ella es que Pablo Malo ha escrito este libro por una motivación “moral” muy concreta.

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